Finca Viñoa: Así se logra el mejor vino blanco de España

En esta finca situada en el corazón del valle del Avia se produce uno de los vinos gallegos reconocido con los máximos galardones, el último el de mejor blanco de España. Conocemos más de esta singular parcela donde la orientación, la tradición y el respecto al medio son pilares fundamentales

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Finca Viñoa: Así se logra el mejor vino blanco de España

José Manuel Martínez Juste, enólogo y socio del proyecto Finca Viñoa.

En pleno epicentro de la Denominación de Origen Ribeiro se encuentra Finca  Viñoa, una parcela de 12 hectáreas dedicadas a la producción de un vino de finca que, desde un principio, buscó ser singular y manterser fiel a la tradición.

«Estamos rodeados de los buques insignia del Ribeiro del Avia y, aun así, las características de esta finca consiguen que el vino tenga una estructura, un cuerpo, unos aromas y una personalidad que nos permite diferenciarnos», indica José Manuel Martínez Juste, enólogo de la finca y socio fundador del proyecto.

Buscaron recuperar un viñedo histórico en pleno corazón del Avia para hacer un vino de parcela diferenciado

Hace ya 18 que Finca Viñoa echó a andar de la mano de tres socios que afrontaron el reto de elaborar un vino de parcela diferenciado, apegados a la tradición y al respeto al medio. «Empezamos con el proyecto porque creíamos que era algo que quedaba aún por hacer. Queríamos recuperar un viñedo histórico y ser capaces de llevar a cabo un vino de finca, de una sola parcela, en el Ribeiro, donde tampoco predominan los terrenos que lo permitan», apunta Martínez Juste.

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Vista general de buena parte de los bancales que conforman Finca Viñoa y que salvan un desnivel de 180 a 380 metros.

Las potencialidades de la finca

Finca Viñoa es una parcela de 16 hectáreas, 12 de ellas de viñedo, situada en la parroquia ourensana de Banga (O Carballiño). En el 2001 adquirieron las 8 primeras hectáreas a un único propietario, que vivía en Argentina, mientras que las otras 8 restantes implicó compras a 86 titulares.

El empeño por conseguir esta parcela se debe, entre otros motivos, a su idónea orientación, toda ella situada hacia el sur, con zonas de viñedo en el sureste, el suroeste y también propiamente hacia el sur. A esta orientación privilegiada se suman otros factores, como la altitud, que abarca desde los 180 hasta los 380 metros de desnivel de la ladera y que determina el vino que en ella se produce.

La parcela está orientada al sur y tiene una altitud de entre 180 y 380 metros, con más de 90 bancales para salvar el desnivel

«La buena orientación mitiga los efectos que la altitud puede tener sobre el viñedo, eso nos posibilita conseguir unas maduraciones lentas que, combinado con la acidez de nuestras variedades, nos permite producir un vino diferenciado», explica el enólogo.

Esta es una tierra con una honda tradición vitícola, otra de las razones por las que la escogieron. Las cepas están ligadas a este terreno históricamente. Aquellos ‘balcones del Ribeiro’ que Emilia Pardo Bazán describía en su obra y que veía desde el antiguo Pazo de Banga, propiedad de la familia Quiroga y situado a escasos metros de la finca, son hoy parte de Finca Viñoa.

«Creemos que esta era la parcela idónea por altitud, ubicación, suelos y por ser un balcón del Ribeiro desde Banga. Era una buena oportunidad para sacar adelante un vino particular y especial», comenta el enólogo.

Reconstruir los bancales

Uno de los iconos más significativos de Finca Viñoa hoy en día son los 92 terrazas que contribuyen a salvar el desnivel de la parcela y a su aprovechamiento. Conservan aún algunos de los bancales tradicionales que tenía la finca y que modificaron mínimamente con el fin de incrementar la tierra vegetal para poder mecanizar algunos procesos.

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Junto con las nuevas terrazas también conservan vancales tradicionales que tenía la parcela.

También se diferencia, al margen de esos socalcos más tradicionales, una zona donde predominan los taludes naturales a base de tierra. «En esas zonas el terreno permitía tener las vides así, sin necesidad de bancales y optamos por hacer el menor movimiento de tierra posible y reducir el impacto en el medio», comenta Martínez Juste.

Mientras, en otras zonas de la parcela tuvieron que levantar nuevos bancales para poder plantar vid. Todas las losetas que emplearon en la construcción de estas terrazas proceden de la propia finca, fueron obtenidas tras la excavación y adecuación del terreno. Así, retiraron la tierra vegetal previamente para reincorporarla después en una capa de 1,5 metros donde está la planta.

Luego de esta restruturación de la parcela, en el 2003 plantaron las cepas, en su mayoría de Treixadura, que representa casi el 90% de su viñedo con unas 34.000 plantas. A ellas se suman otras 2.800 cepas de Godello, 2.600 de Albariño y 600 de Loureira, Caíño Blanco y Lado.

La mayor parte del viñedo es de Treixadura aunque también cuentan con cepas de Albariño, Loureira, Caíño Blanco y Lado

Sin embargo, hasta el 2011 no comenzaron a comercializar el vino. «Para nosotros es muy importante elaborar el vino que queremos y mantenernos fieles a la tradición, al igual que lo hacían nuestros padres y abuelos, por eso hasta que logramos la calidad que queríamos no nos decidimos a sacarlo al mercado», comenta el enólogo. Empezaron con unos 7.500 litros y apenas unas 10.000 botellas y hoy tienen una producción anual de 65.000 botellas.

En estos años también sumaron el apoyo de un importante grupo de inversores al proyecto. «Grandes Pagos nos permiten seguir teniendo libertad para elaborar el vino que queremos y de la manera que queremos», especifica.

En las zonas que el terreno se lo permitíu hicieron taludes de tierra en vez de socalcos para reducir el impacto.

En las zonas que el terreno se lo permitió hicieron taludes de tierra en vez de bancales de piedra para reducir el impacto.

Reducir el impacto ambiental y contar con un suelo vivo

Una de las máximas que reivindican en Finca Viñoa es el respeto al medio en su manera de trabajar en el viñedo. «Nuestra filosofía desde un principio fue la de provocar el mínimo impacto en la finca y en la naturaleza, apostando por el máximo respeto tanto por las variedades y la tradición, que queremos que se imprima en nuestros vinos, como por lo que la tierra nos da», indica Martínez Juste.

Así, entre otras medidas, optan por realizar un mayor laboreo manual y reducir al mínimo el empleo de herbicidas. Tienen una cubierta de hierba y luego eliminan la hierba que brota en la línea de la planta. Además, emplean abonos orgánicos en vez de fertilizantes químicos. «Para nosotros es muy importante tener un suelo vivo y ser lo menos agresivos tanto con la planta como con los suelos», concreta.

La buena ventilación de la finca y el laboreo permiten reducir la aplicación de tratamientos fitosanitarios y herbicidas

Entre las particularidades de la finca, que además contribuyen a permitir una producción más respetuosa con el medio, es que se trata de una parcela muy ventilada. «La buena ventilación disipa la llovizna y la humedad de la hoja lo que hace que sea una finca más sana y que se precisen menos tratamientos fitosanitarios», comenta el enólogo.

Apostar por menos tratamientos químicos implica contar con un mayor equipo de personas encargadas de la atención del viñedo. Así, ahora, en plena brotación de la planta se encuentran trabajando en la finca unas 22 personas, que se están encargando de realizar un despunte manual, frente a las 7 que normalmente integran el plantel.

Parte del viñedo de Penaboa.

Parte del viñedo con el que elaboran el vino Penaboa.

Espacios particulares dentro de la finca

En Finca Viñoa cuentan, además, con espacios diferenciados dentro de la parcela. Unas de estas zonas singulares es la de Penaboa, que toma el nombre de la gran losa que corona esta parte de la parcela. Con las uvas de las cepas de estos 15.000 metros cuadrados elaboran un vino especial, que comercializan como Paraje Penaboa. Se trata de una producción limitada, de unas 6.000 botellas, cosechada a mano y que pasa entre 24 a 28 meses de crianza sobre lías.

En esta elaboración más minuciosa también se emplean las uvas de otra subparcela particular dentro de Finca Viñoa, un pequeño campo de competencia, de unos 1.000 metros cuadrados donde tienen plantadas 1.000 cepas. «Se trata de un campo en el que ver cómo se controla el vigor en este tipo de cultivo», explica el enólogo.

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Acaban de renovar la etiqueta de sus vinos para incluir un diseño con la orografía de la parcela.

Una trayectoria de reconocimientos

Además del cuidado de la vid, en Finca Viñoa también llevan a cabo un proceso minucioso en la elaboración del vino, que comienza ya con el propio traslado de las uvas a la bodega de Casanova, que se localiza a unos 20 kilómetros de la finca, en la localidad vecina de Santa Cruz de Arrabaldo, en Ourense.

Este traslado lo realizan en vehículos con refrigeración y una vez en la bodega meten las uvas en una cámara de refrigeración hasta que consigan una temperatura de 5 grados. «Procuramos que, entre que la uva sale de la planta hasta que entra en la bodega, pase el menos tiempo posible pero también que cuente con la temperatura idónea. Este tiempo de enfriamento lo empleamos para hacer las análiticas precisas para adaptar nuestros procesos a las características de la uvas», comenta el enólogo.

Procuran acortar al máximo el tiempo desde que la uva si vendimia hasta que llega a la bodega y que entre a una temperatura de 5 grados

En estos años, Finca Viñoa se convirtió en un de los vinos más destacados del Ribeiro y que consiguió algunos de los premios más importantes tanto en el panorama nacional como internacional. El último fue la distinción como mejor vino blanco de España del prestigioso concurso International Wine Challenge.

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Están pendientes de remodelar el antiguo pazo para convertirlo en la sede de la bodega.

Este reconocimiento se suma a la Medalla de Oro que también recibió recientemente en el Concours Mondial de Bruxelles 2019 y que se añade a un palmarés en el que también figuran un platinum de la revista Decanter.

«Los premios refuerzan la idea de que el proyecto merece la pena y nos permiten sentirnos orgullosos no sólo por nuestro trabajo sino por mantenernos fiel a la tradición, aunque el mejor premio es el reconocimiento de los clientes, que son auténticos embajadores de nuestro trabajo», reivindica Martínez Juste.

«Buena parte del éxito de nuestro vino se debe al gran equipo humano con el que contamos que está implicado totalmente en el proyecto»

Juste también reivindica el papel del equipo humano en los éxitos que está cosechando su vino en estos años. «Buena parte del éxito se debe al gran equipo humano con el que contamos que está implicado totalmente en el proyecto y que, desde el primer momento, nos brinda su compromiso para garantizar que todos los procesos se realicen con la meticulosidad que a nosotros nos gusta», reivindica Martínez Juste.

Precisamente, el enólogo tiene un especial recuerdo para uno de los pilares fundamentales de este equipo de trabajo, Modesto López González, fallecido recientemente y que estuvo implicado en este proyecto desde el comienzo. «Él consiguió transmitir e implicar a todo el mundo, trasladando al campo nuestra filosofía, y esta cosecha que estamos comercializando ahora, la de 2017, que fue la última en la que participó, queremos que se vuelva un homenaje para él», concluye Juste.

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