Diez medidas para el monte de las que sólo se habla cuando hay olas de incendios

Diez medidas para el monte de las que sólo se habla cuando hay olas de incendios

Extinción del incendio de Ribas de Sil. / Imagen: @BrifLaza.

En 72 horas de octubre ardió en Galicia casi el doble de todo lo quemado en el año 2016, alrededor de 35.500 hectáreas, y murieron cuatro personas. Una acumulación de factores desencadenó una tormenta perfecta de incendios que quedó fuera de las posibilidades de control de los servicios de extinción. En plena ola de fuegos, los análisis sobre las causas de los incendios se suceden. ¿Qué se puede hacer para que la próxima ola de fuegos tenga menores consecuencias?

Estas son 10 medidas de las que está hablando estos días el sector forestal. Muchas de ellas ya estaban en el debate público hace una década, cuando los incendios del 2006.

1) Acabar con la impunidad de los incendiarios

El monte en Galicia arde básicamente porque hay incendiarios. La Xunta tiene catalogadas 73 parroquias de alta actividad incendiaria en las que se registraron millares de fuegos en los últimos cinco años. «¿Qué diría la sociedad si tuviéramos un centenar de puntos negros localizados en las carreteras gallegas y no hiciésemos nada para eliminarlos?», se pregunta el director técnico de la Asociación Forestal de Galicia, Francisco Dans, cuando se aborda esta cuestión.

El sector forestal considera que la persecución y disuasión de los incendiarios debe convertirse en una prioridad, acorde con el problema que causan. «En los lugares conflictivos, las fuerzas de seguridad pueden investigar a lo largo de todo el año quién puede ser el que está prendiendo fuego. Eso con frecuencia se sabe y esa información es obtenible de la colaboración ciudadana si hay una apuesta firme», valora Jacobo Feijoo, responsable de Asefoga, un colectivo forestal ligado a Unións Agrarias.

La presión policial sobre los incendiarios debe complementarse con una labor de disuasión, según la propuesta de Jacobo Feijoo: «Cuando se abre la ventana climática del triple 30, vientos de más de 30 Km/hora, temperaturas de más de 30 grados y menos de un 30% de humedad ambiente, hay que hacer un despliegue policial sin contemplaciones en las zonas más conflictivas para seguir y presionar a las personas que se tengan identificadas como potenciales incendiarios», defiende.

¿Acabarían así los incendios?. «No con los fuegos que hay a lo largo de todo el año por múltiples causas, pero sí con parte de los que se prenden de manera simultánea durante una ola de fuegos con fines criminales», sostiene el responsable de Asefoga.

2) Mantener franjas de separación entre monte y núcleos de población

Desde hace una década, la legislación autonómica establece la obligación de mantener zonas defensivas sin matorral y sin arbolado en torno a los núcleos de población y las viviendas. En la práctica, es escaso el control y son pocos los propietarios forestales que asumen la normativa.

«Tenemos que ser serios o el problema queda sin solución. No es de recibo que todos los años los concellos y la Xunta se pasen la pelota sobre quien tiene la responsabilidad de controlar y actuar», cuestiona Francisco Dans.

3) Ordenar el territorio

La progresiva pérdida de superficies agrarias en torno a las aldeas representa un problema en caso de fuegos, pues los prados y tierras de labor actúan de cortafuegos natural. Si esas superficies se abandonan o se forestan de manera ilegal, facilitarán la aproximación de los incendios a las casas. El sector agrario lleva años demandando un control eficaz de la plantación ilegal de praderas con eucaliptos o pinos.

Otra cuestión a debate son los monocultivos forestales de eucalipto o pino, pues se considera que favorecen un avance más veloz de los incendios. Todos los grupos que forman parte de la comisión de Agricultura del Parlamento estuvieron de acuerdo recientemente en que los monocultivos representaban un problema en caso de incendios.

Desde el sector forestal recuerdan también que en una situación de ola de fuegos arden todas las especies, como se vio este fin de semana en el gran fuego de Cervantes, en los Ancares, en el que castaños y otras frondosas caducifolias quedaron arrasados.

4) Adaptar la gestión forestal al cambio climático

La ola de fuegos de octubre presenta elementos nuevos que obligan a repensar la gestión forestal. Es previsible que los incendios aumenten en intensidad y velocidad de propagación a lo largo de las próximas décadas.

«Habíamos tenido días de muchos fuegos en épocas secas, incendios en días de vientos fuertes o fuegos concentrados en áreas perirubanas, pero lo que nunca habíamos tenido es que todos esos elementos se dieran de forma simultánea» -reflexiona el decano del Colegio de Ingenieros de Montes de Galicia, Juan Picos.- «El resultado es importante y está claro que el cambio climático no va a venir bien».

5) Formar a las personas en su autoprotección

Imágenes del pasado fin de semana, como el túnel de la A-52 en A Cañiza bloqueado por los coches, revelan la falta de preparación de la sociedad para actuar ante grandes fuegos. «Es necesario enseñarle a la gente cómo manejar estas situaciones porque es algo que puede salvar vidas llegado el momento», valora Juan Picos.

«Sería positivo que la Administración divulgara unas pautas para que estemos más preparados para la próxima ola de fuegos» -señala Picos-. «En autovías, por ejemplo, a la hora de circular en una situación de fuego, es conveniente dejar el carril izquierdo libre, tanto para facilitar el paso de los vehículos de emergencia como por si en un determinado momento hay que dar la vuelta».

El sector forestal también considera precisos planes de autoprotección para los núcleos rurales, estableciendo puntos de seguridad y rutas de escape.

6) Promover el asociacionismo forestal

En Galicia hay más de 600.000 propietarios de parcelas forestales, la mayoría desvinculados del aprovechamiento de la tierra. Cada uno de ellos tiene de promedio alrededor de 2 hectáreas de propiedad dividida en unas 20 parcelas. Ese minifundio imposibilita una gestión racional.

Desde hace una década se buscan fórmulas para promover el asociacionismo forestal de pequeños propietarios, de manera que gestionen en conjunto sus tierras, pero los resultados son escasos. Sólo hay cinco Sociedades de Fomento Forestal (Sofor) constituidas en Galicia. Visto el resultado de las Sofor, el sector forestal aboga por buscar otra figura jurídica que incentive el asociacionismo.

7) Poner en producción los montes vecinales inactivos

La Xunta calcula que hay un millar de comunidades de montes vecinales que permanecen inactivas, bien por la despoblación o por falta de relevo generacional. ¿Qué hacer con esos montes que quedan en el abandono?. La legislación permite que la Xunta asuma temporalmente su gestión, pero nunca se hizo por ahora.

Bien es cierto también que la peor parte de la ola de fuegos de octubre afectó a una de las comarcas en las que las comunidades de montes están más activas y con una mejor gestión, como es el Val Miñor y la zona de As Neves, Salvaterra y Ponteareas. «Son montes que eran un ejemplo de buen hacer, como el de Xinzo, en Ponteareas, así que es una situación triste por partida doble», explica Francisco Dans.

8) Llevar a la práctica políticas forestales consensuadas

El sector forestal es especialmente crítico con la gestión de las medidas de prevención forestal, pues la mayoría de las acciones de la Xunta suelen realizarse en la última parte del verano o en otoño. «El fuego se apaga en invierno con prevención y la solución a los fuegos pasa por otra política forestal», reclama el presidente de la Organización Galega de Comunidades de Montes, Xosé Alfredo Pereira.

«Es preciso que lleguemos a un consenso con la Administración en la gestión forestal. Si todos estamos de acuerdo en que es necesario un plan de defensa contra incendios con mayor participación del sector forestal y en que las medidas de prevención tienen que ejecutarse en su mayoría antes del verano, hay que plasmarlo en la práctica. No podemos estar esperando a que la solución a los fuegos sea la lluvia», cuestiona Pereira. En una línea similar se pronuncia el Sindicato Labrego Galego.

Desde la Organización Galega de Comunidades de Montes señalan que pedirán la creación de una comisión en el Parlamento para trabajar en una nueva política forestal.

9) Priorizar la prevención sobre la extinción

El coste del operativo de extinción que gestiona la Xunta supone un gasto de alrededor de 100 millones de euros al año. Desde el sector forestal se acepta que ese operativo es ahora necesario para la extinción de fuegos, pero se advierte también de que el objetivo pasa por un trasvase progresivo de los gastos de extinción a los de prevención.

«Desde los incendios de 1989 gastamos alrededor de 2.500 millones de euros en extinción y seguimos en la situación de partida. Cuando hay una situación meteorológica adversa, las olas de fuegos son catastróficas», valora Jacobo Feijoo.

«La situación es peor incluso que en 1989, pues la estructura de la biomasa cambió por la pérdida de actividad en el sector agroforestal» -advierte el responsable de Asefoga.- «Hay que intervenir sobre el combustible forestal, bien aumentando los desbroces, incluyendo perímetros de viviendas, cortafuegos y áreas de repoblación forestal, bien fomentando una mayor actividad agraria y forestal».

10) Promover un medio rural activo

El mantenimiento de un medio rural activo, no abandonado, es uno de los mejores sistemas de prevención contra los grandes fuegos: «El mismo efecto que se puede lograr con las medidas de prevención se lograría a través del mantenimiento de pastos, cultivos y tierras de labor en activo; así como con montes ordenados en producción con sus pistas, cortafuegos y puntos de agua operativos», valora Jacobo Feijoo.

Desde el grupo de investigación en sistemas silvopastorales de la Universidad de Santiago abogan también por mayores apoyos y planes para la introducción de ganado en el monte.


Nota: Información actualizada el 18-10-2017 con las primeras estimaciones oficiales de superficie quemada.

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