«Buscamos la naturalidad de los vinos, respetando la tierra y el medio»

Los viñedos de la bodega Castro de Lobarzán quieren ser la señal de identidad de sus vinos. La bodega, ubicada en Villaza (Monterrei), se distingue por un manejo en el que prima la búsqueda del equilibrio en la viña, guardando el respeto a la tierra y al entorno. «Queremos producir vinos personales que traduzcan las características de la tierra en la que están», cuentan.

Castro de Lobarzán nació en el año 2000, aunque la tradición de cultivo de las uvas y de elaboración del vino se remonta varias generaciones. El impulso definitivo de lo que es hoy la bodega llegó a inicios de los años 90, cuando José Fernández comenzó a renovar las plantaciones para profesionalizarlas. Instaló los primeros viñedos en espaldera y seleccionó variedades, decantándose principalmente por la godello y treixadura en uva blanca y por la mencía y la araúxa (tempranillo) en tintos.

Planta local
Una característica singular de los viñedos de Castro de Lobarzán es que la mayor parte de sus 5,5 hectáreas están plantadas o injertadas con variedades obtenidas de la zona de Villaza. «Tenemos el pensamiento de que las plantas con tradición en el lugar están más adaptadas al microclima y a las condiciones del entorno», cuentan en la bodega, que en la actualidad gestionan José Fernández, su mujer, Isaura Justo, y el hijo de ambos, José Manuel Fernández.

La preocupación por el manejo del viñedo es una constante en el trabajo de la bodega. «Buscamos el respeto a la tierra y la naturalidad de los vinos, para lo que evitamos cuestiones como el uso de herbicidas o de tratamientos sistémicos. Trabajamos sólo con sulfatos de contacto y con azufre en polvo», explican.

La obtención de rendimientos equilibrados representa otro de los pilares de Castro de Lobarzán. «Hacemos vendimias en verde en el momento del envero, normalmente en agosto, para dejar la carga de uva que mejor se adecúa a cada planta y parcela. Hay fincas en las que el rendimiento no pasa de 3.000 kilos hectárea. Podríamos hacer más vino y tener más clientes, pero queremos diferenciarnos por la calidad. En precio, no queremos competir con nadie. Pensamos que los vinos personales siempre van a tener mercado», valoran.

Mercados
La bodega elabora cada año alrededor de 30.000 botellas. Este año serán menos, pues la helada tardía afectó a la gran mayoría de las parcelas, igual que le sucedió a otros viticultores de las denominaciones ourensanas, si bien es aún temprano para hacer una valoración final de la campaña.

El 70% de su producción se suele vender en Galicia y el 30% restante en otros puntos de España y en el extranjero, en países como Estados Unidos, Japón o Bélgica.

La principal referencia de la bodega es el Castro de Lobarzán de godello y treixadura. Cada año elaboran también una producción limitada del Lobarzán Isaura 100% godello, envejecido en roble francés. «Fuera de Galicia, el mercado está más interesado en los blancos gallegos que en los tintos, que tienen un carácter fresco y atlántico menos integrado en los hábitos de los consumidores», valoran.

En tintos, Castro de Lobarzán elabora principalmente un vino joven de mencía y araúxa. También en ocasiones, cuando las características de la producción lo permiten, produce un vino en barrica de mencía, araúxa y bastardo (o merenzao). De cara al futuro, trabajarán también con el sousón y con la zamarrica, una variedad local que están recuperando con la colaboración de otro viticultor de la zona.