“Si hacemos las cosas bien, las capacidades para la viticultura en Galicia son enormes”

Entrevista a Francisco Rego Martínez, Premio Mágnum Honorífico 2016 “Vinolvidable” del Instituto Galego do Viño. Acaba de jubilarse como técnico de la Estación de Viticultura y Enología de Galicia tras más de 40 años dedicado al sector.

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“Si hacemos las cosas bien, las capacidades para la viticultura en Galicia son enormes”

Francisco Rego Martínez es todo un referente en el mundo de la viticultura en Galicia, y en concreto en la comarca del Ribeiro. Acaba de jubilarse después de más de cuarenta años dedicado al sector, primero en el Servicio de Extensión Agraria de Ribadavia y desde 1994 en la Estación de Viticultura y Enología de Galicia (EVEGA), en Leiro, también en O Ribeiro.

Su filosofía se concentra en la defensa de las castas autóctonas, en la apuesta por la calidad de los vinos gallegos y en la recuperación de la tradición milenaria de los viticultores gallegos. “Si de algo me arrepiento es de no haber pasado más tiempo con los viejos viticultores, y poder transmitir sus saberes”, reconoce.

Paco Rego acaba de ser galardonado por el Instituto Galego do Viño con el Premio Mágnum Honorífico 2016 “Vinolvidable” por su trabajo a favor del vino gallego.

¿Cuáles son los cambios más importantes que viviste en la viticultura gallega desde los años 70 del siglo pasado?
Llegué al Ribeiro con 23 años en el 1974 para trabajar en el Servicio de Extensión Agraria. Conocía poco de la viticultura, aunque en A Mariña occidental, donde había nacido, sí que había habido viñedos hasta la llegada del oídio. Mi contacto en el Ribeiro fue directamente con los viticultores y por entonces había una política de desinterés y de abandono de la viticultura en Galicia. La dictadura franquista no tenía ninguna línea de ayuda para la viticultura y su filosofía era que en España sobraba vino y que para producción llegaba con el que había en la Mancha.

Con la llegada del régimen autonómico a Galicia fue cuando se empezó a recuperar y a apoyar la viticultura gallega. Fue entonces, en el año 1985, cuando se inauguró la Estación de Enología y Viticultura de Galicia (EVEGA).

 “Con la autonomia, fue cuando en Galicia se empezó a recuperar la viticultura”

Un cambio importantísimo por el que se apostó desde los primeros gobiernos de la Xunta fue volver a las variedades gallegas autóctonas, que habían sido desplazadas a lo largo del siglo XIX por variedades foráneas más productivas como el Palomino o Jerez y el Alicante Bouschet, en el interior de Galicia, y por los híbridos como Catalán, Hoja Redonda, Romano..etc, en la costa y algunas marginales de interior.

Este es el panorama con el que nos encontramos la mediados de los años 80. A esto teníamos que añadir que algunas de las variedades foráneas, como el Palomino y el Alicante Bouschet tenían una enorme producción. Es decir, hubo una época en la que la calidad no se pagaba y el viticultor tenía que apostar por una mayor producción para sobrevivir.

Hubo también luego un proceso de desplazamiento de zonas tradicionales de viñedo, en zonas de pendiente, hacia los valles. Hubo recuperaciones, pero ese abandono aún se mantiene hoy.

Con la entrada de la autonomía, a partir de mediados de los 80, empezó a haber un resurgimiento de la viticultura gallega. El primer director de la EVEGA, Xosé Antón Iglesias Prieto, hizo mucho hincapié en la recuperación de las variedades autóctonas. Horacio Fernández Presa, que en la comarca de Valdeorras hizo un gran trabajo de recuperación del Godello. Quiero dejar testimonio de mi admiración por estas dos personas, entre otras. Y como no, por aquellos viticultores que conservaron las variedades autóctonas gallegas, pues gracias a ellos tenemos hoy este patrimonio.

“Recuerdo con admiración a Horacio Fernández Presa y a Xosé Antón Iglesias Prieto”

Otro cambio importante fue la mecanización de la viticultura, necesaria para hacer más cómodo el trabajo. Sin embargo, critico que en muchas comarcas vitícolas gallegas se cambiaron los diseños milenarios de la viña para adaptarlos a la maquinaria, mientras que en otros países europeos, como en Francia, fue al revés. Lo que se hizo fue recuperar y revalorizar la tradición, adaptando la maquinaria a la disposición tradicional de la viña y no al revés.

¿Que otros aspectos piensas que quedaron pendientes en la viticultura gallega?
Pienso que respetar la disposición tradicional del viñedo y adaptar la maquinaria a ese diseño. Fue el camino que se siguió en la viticultura francesa de alta gama, como la Borgoña, que también tiene algo de minifundio, y en la que también se está apostando por el cultivo biológico y por un creciente respeto a la naturaleza.

Sin duda hay que redimensionar las parcelas, pero no para que un tractor corra por filas de 2,5 metros de ancho, sino para hacer un diseño de la viña que ofrezca más calidad de la uva. En Galicia había sistemas tradicionales como por ejemplo el de vaso libre, sobre todo en Monterrei, y el de vaso estacado, como en el Ribeiro, que fueron sustituidos por el sistema de espaldera vertical. En las Rías Baixas, donde lo tradicional son los emparrados, las modificaciones fueron menores, aunque hubo algunas como la de elevar los que estaban bajos para así poder pasar el tractor por debajo.

“Deberíamos recuperar los marcos de plantación tradicionales”

En este sentido pienso que, aceptando la espaldera, se deberían respetar los marcos de plantación tradicionales, tal y como se hizo en las regiones vitícolas más avanzadas de Europa.

Conoces la viticultura de otras regiones de Europa. ¿Que singularidades tiene la viticultura en Galicia?
Las viticulturas que están en la cumbre de calidad son aquellas que no están lejos de su extrema posible de cultivo, como la Borgoña o Galicia. El problema de la presión de los hongos, debido a la humedad, se ve compensado por la enorme calidad que puede salir de las viñas.

Tenemos que recordar que en grandes regiones vitícolas como California o Australia tienen que vendimiar de noche debido al excesivo calor. Sin embargo, en Galicia tenemos la enorme ventaja de tener unas vendimias suaves, con unas uvas que van muy bien maduradas y moldeadas, siempre y cuando elijamos las zonas y variedades idóneas y hagamos un buen manejo del cultivo.

“En Galicia tenemos la enorme ventaja de que las uvas van muy bien maduradas”

De hecho, los vinos blancos gallegos ya demostraron a nivel mundial su enorme capacidad y los vinos tintos gallegos en su mayoría aún están pendientes de descubrir.

Es evidente que el coste de producción de la uva en Galicia nunca va a ser barato. La única manera de hacer rentable la viticultura en nuestro país es haciendo vinos diferenciados y de grande calidad.

¿Que puede hacer el viticultor para hacerle frente a las enfermedades foráneas de la viña que cada vez se propagan más con la globalización?
En la viticultura europea hay dos fases: antes de la entrada de las pestes americanas, a partir de mediados del siglo XIX, y lo que aconteció después. Antes ya había enfermedades como la botritis o la antracnosis pero de América llegaron el oídio, el mildiu el black Rot y la plaga de la philloxera. La última peste que nos amenaza es la de la flavescencia dorada, que ya está en la otra orilla del Miño.

La Unión Europea está restringiendo cada vez más los tratamientos fitosanitarios contra estas enfermedades, pero esto debería acompañarse con ayudas a la investigación para combatir de manera más natural, como mediante nuevos métodos de lucha biológica, estas plagas.

En cuanto al viticultor, su mejor recurso ante estas amenazas es plantar en los sitios más sanos para el viñedo, en las zonas tradicionales de socalcos o en pendientes naturales. Si buscamos estos sitios, de por sí más ventilados, complementando con un bueno diseño de la plantación y una arquitectura de la vid que favorezca la aireación y la mejor exposición a la luz de la superficie foliar, no por esto nos vamos a librar de las enfermedades, pero será más fácil la lucha contra ellas.

También deberíamos recuperar el saber milenario de los viejos viticultores, esa gran base que nos ayudará a sobreponernos a todos estos problemas.

Las enfermedades de la madera son una de las principales preocupaciones de los viticultores en los últimos años. ¿A que se debe, en tu opinión, el aumento de este tipo de plagas?
Tengo dos teorías al respecto. Por una parte, pienso que en los años 90 y comienzos del siglo XXI, en la época de boom de las nuevas plantaciones, llegó planta de vid procedente de todas partes y sin todos los controles debidos, y esto quizás trajo razas más agresivas de armillaria y de enfermedades de la madera que afectan a la parte aérea.

Por otra parte, creo que incidió una viticultura menos tradicional y más industrial. Es decir, antiguamente cuando se plantaban las cepas se hacía a mano y no había tractores y, por lo tanto, había menos compactación del suelo. Hoy en día los trabajos se hacen con una maquinaria, que es necesaria, pero que empeora las condiciones del suelo en el viñedo. También cambiaron los tipos de abonos: estiércoles de ganado de la zona, con tojo de los aledaños, se substituyeron por abonos más industriales. Y todo esto influyó en el ecosistema del suelo.

Y hablando del injerto para arriba, no es raro ver cortes de poda dados muy a la ligera, dejando grandes heridas que se deben evitar porque son la vía de entrada de las enfermedades de la madera en la vid.

“Si hacemos las cosas bien, las capacidades para la viticultura en Galicia son enormes”

Eres un defensor de la necesidad de mejorar los portainjertos que se están utilizando actualmente. ¿A que te refieres?
Los portainjertos que estamos utilizando fueron prácticamente todos creados por los franceses para superar la plaga de la filoxera, que arrasó los viñedos europeos a fines del siglo XIX. Los patrones americanos son los que aguantan la filoxera porque ya estaban adaptados a esa enfermedad y fueron los que se utilizaron. La mayoría de los que están autorizados hoy son resultado de hibridaciones entre ellos, y algunos con aportación de savia vinífera.

“Sería interesante obtener portainjertos hibridados con las variedades gallegas”

Sin embargo, en Galicia los suelos son ácidos, mientras que muchos de los portainjertos en el mercado están más adaptados a resistir suelos calizos. En este sentido, pienso que sería interesante hacer más estudios para adaptarlos a nuestros suelos. Hay un portainjertos que lleva parte de savia vinífera, y que va bien en varios terrenos vitícolas gallegos. Es el 19617. La vinífera aportada en los cruces fue el Mourvedre, francesa. Pues entiendo que no estaría mal intentar algo similar aportando savia de algunas autóctonas. Siempre y cuando el híbrido resultante demostrara resistencia suficiente a philloxera, podría ganarse en compatibilidad y adaptabilidad a parte de nuestros suelos.

Por otra parte, ahora mismo está de moda hacer nuevas hibridaciones para tener plantas resistentes contra el mildeu o contra el oídio. Pero lo que me pregunto es si estas nuevas plantas conservarán la calidad de las actuales. Sigo insistiendo que lo interesante sería conservar nuestras variedades e investigar para controlar esas plagas mediante sistemas más respetuosos con la naturaleza.

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¿Como ves el futuro del sector de la viticultura en Galicia?
Las capacidades son enormes, no solo para las Denominaciones de Origen, sino para zonas en IGP e incluso en otras pequeñas que aún no están bajo protección.

Nuestra superficie de viñedo es muy pequeña pero tenemos una enorme variedad de mesoclimas, de terroirs, en Galicia, con muchas zonas que pueden ofrecer vinos muy diferenciados. Pero para esto hace falta hacer las cosas bien, hacer investigación, tener muchos campos de ensayo, recuperar los saberes de los viejos viticultores…etc.

De todos estos años de investigación y de relación con los viticultores, ¿que fue lo que más te motivó en tu trabajo?
Entre los viticultores lo que me sorprendió es que la viticultura es un modo de vida, el enorme respeto que tiene el viticultor tradicional por cada cepa, el cariño con el que hace cada uno de los trabajos. Ese cariño y amor por la viña fue lo que más me motivó.

“Hay que recuperar el respeto por la viticultura tradicional”

Me recuerdo hace años de ver a un viejo viticultor llorando porque una carretera le arrancaba una línea de cepas. Ese apego no lo vamos a ver en Australia, California ni en Chile. En Galicia hay una tradición milenaria de viticultura y ese cariño se transmite. Si de algo me arrepiento es de no haber pasado más tiempo con aquellos viejos viticultores que transmitían unos saberes de siglos y que ahora están extinguiéndose.

Tenemos que recuperar el respeto y el aprecio por la viticultura tradicional como hacen en la Borgoña o en otras regiones vitícolas punteras que deberían ser nuestra referencia.

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