Granxa Capador, una explotación entre jabalís y eucaliptos

La de José Reimonde es la única explotación que queda en la parroquia de Vilaouruz, en A Pontenova. En el año 2009 hizo una nave nueva en la que invirtió 250.000 euros y hace tres años recibió la distinción de Maestro Criador que otorga Fefriga, pero la principal amenaza para esta granja de 115 cabezas está en la fauna y la flora que la rodea

Granxa Capador, una explotación entre jabalís y eucaliptos

José Reimonde, en su explotación en A Pontenova (Lugo).

«Ya sólo quedo yo», comienza diciendo José Reimonde Río. Su explotación, Granxa Capador, es la única que sobrevive en la parroquia de Vilaouruz, en el concello lucense de A Pontenova. «Estos pueblos pequeños se acaban porque desde que yo cierre, quién va a cuidar las fincas que yo cuido?», reflexiona. José tiene 59 años y es un ganadero de vocación. En su casa siempre hubo vacas y fue de las primeras de la zona en introducir vacas para la producción de leche. «Recuerdo que con 13 años ordeñaba una vaca pinta a mano a mediodía cuando venía de la escuela, hacíamos tres ordeños diarios», dice comparando con un modelo que en los últimos años están volviendo a adoptar muchas explotaciones en intensivo.

La implantación de la empresa Arjeriz en la zona, cuando su fundador, José Rodríguez, instaló una planta en Reme, en el vecino concello de Ribadeo, para recoger leche en A Mariña, impulsó el cambio de las vacas de carne por frisonas y Granxa Capador fue aumentando el número de cabezas hasta que en el 2009 y con 33 vacas en ordeño, José se decidió a dar un salto en busca de más producción con la construcción de una nave nueva en la que invirtió 250.000 euros. «El precio de la leche es cada vez más reducido y para poder vivir de esto hay que tener más volumen y en el establo viejo no tenía capacidad de crecer más», justifica. Hizo todo nuevo y sin aprovechar nada de la antigua porque «si hubiese ampliado la otra todo serían remiendos y no sería cómoda para trabajar», dice.

«Tuve que dejar de sembrar máiz hace 14 años. Los jabalís campan a sus anchas y me los cruzo todos los días»

Las 115 cabezas que tiene ahora (70 en ordeño y 45 novillas de recría), las atiende él solo desde que su mujer, Celia, se jubiló tras un accidente. Lleva tiempo buscando contratar un empleado que le ayude y le permita tener algún descanso pero se queja de que no da encontrado. «En esta zona no hay gente joven y menos chicos a los que les gusten las vacas, y, por encima, no puedes pagar mucho, porque el precio de la leche no permite pagar mucho, así que es difícil encontrar», explica José. «En Francia ser ganadero es una profesión de prestigio, aquí al contrario, es de desprestigio», considera.

Dice que ganaderías como la suya en pequeñas parroquias del rural se encuentran hoy por hoy con tres problemas fundamentales: «el precio de la leche, que es muy bajo y no permite mucho margen, la falta de mano de obra disponible y cualificada de la que poder echar mano para trabajar en las explotaciones y la presencia del jabalí y los eucaliptos».

En el caso de Granxa Capador este es un factor que tiene mucha incidencia. «Tuve que dejar de echar maíz hace ya 14 años porque las pérdidas eran enormes. Al ser la única ganadería de la parroquia, te come solo a ti», argumenta. Vilaouruz está entre dos franjas de monte protegidas, así que los jabalís «campan a sus anchas, me cruzo con ellos todos los días por la mañana y a la noche cuando voy a ordeñar en el trayecto de unos 500 metros que tengo entre la casa y la nave», dice. José cuenta con algo más de 50 hectáreas de terreno que se vio obligado a destinar a pradera «y aun así tuve que cerrar todas las fincas con hilo electrificado porque si no te destrozan también los prados, porque te los levantan todos. Imagínate el mantenimiento de todo ese cierre», reflexiona.

José tiene todo a raigrás y le saca dos cortes de silo y uno de hierba seca «para que caiga la semilla para el año siguiente», lo que hace que no tenga que renovar tan a menudo las praderas. Lleva también un control exhaustivo de las malas hierbas «para que no se apoderen de la pradera», con tres controles en el año, eliminándolas con herbicida aplicado de manera selectiva con una sulfatadora de mano.

De pastoreo a intensivo
Las vacas de producción están estabuladas y se alimentan con la ración de mezcla húmeda que le sirve diariamente la cooperativa Os Irmandiños. «Hice la nave con esa intención, porque al tener falta de mano de obra y estar yo solo en esta zona, si me rompe un rastrillo no puedo ir donde el vecino a pedírselo», justifica. A mayores y para tratar de abaratar un poco la alimentación, suplementa la ración húmeda con silo propio de hierba. «Cuando comencé en el 2009 no lo hacía porque el margen era mayor, pero al caer el precio de la leche tuve que tratar de reducir los costes de producción», explica.

Antes de hacer la nave nueva José sacaba todos los días a pastoreo las 33 vacas que tenía, «pero tenía las fincas muy lejos y ocupaba mucho tiempo, así que con más cabezas eso no lo podía hacer», explica. «Si tuviese todo del lado de la casa pienso que sería más rentable el pastoreo, pero en mi caso no se adaptaba y aunque estuviera en ecológico no me compensaría», dice.

Reconoce que con el cambio de modelo de pastoreo a intensivo en los animales que tiene en producción «las vacas duran menos». El promedio de Granxa Capador es de tres partos. «A mí lo que me salva es que tengo la recría fuera y la crio yo mismo y me sale barata», dice, así que, a pesar del aumento en la tasa de reemplazo, considera que salió ganando con el cambio.

«Antes las vacas me duraban el doble, pero tenía 9.000 litros de promedio por vaca y año y ahora paso de los 12.000, así que le saco los mismos litros a una vaca ahora en tres años que antes en cinco», argumenta. Y ve otra ventaja añadida: «les sacas también más para carne, porque una vaca de desvieje que no te empreña y que tienes que mandar con tres años le sacas 1.000 euros, cuando una vaca de más años no coge esos kilos y te deja la mitad».

«De momento me va mejor sacando más litros en menos años, porque una vaca nueva siempre da menos problemas de células somáticas y empreña mejor», dice, aunque admite que «cada vez empreñan peor porque se les exige más». «Es básico conocer las vacas para detectar los celos y para ver las enfermedades. Si ves una vaca con las orejas gachas es que algo le pasa y si la metes a la sala de ordeño ya tienes un problema», afirma.

Maestro Criador

En cuanto a la recría, las terneras sí que están todas fuera en los pastos durante todo el año y vienen para la nave de producción en el momento de parir. En las épocas en las que no hay que comer en los prados les lleva silo y hierba seca en comederos portátiles. También tiene bebederos en las parcelas con agua de fuentes próximas, pero este año secaron con la sequía y tuvo que llevarles agua en 4 cisternas de 2.500 litros cada una. «Las novillas es lo que más barato crio», dice José. Al principio también tenía fuera las vacas secas, «pero tenía problemas de mamitis entre los meses de junio y septiembre provocados por las moscas, así que ahora las tengo en la cuadra y las echo solo de noche», explica.

Novillas de recría en un prado.

Novillas de recría en un prado.

Granxa Capador ostenta desde hace tres años el título de Maestro Criador que otorga la Federación Frisona Gallega. Para José, es un reconocimiento que da cuenta de la evolución positiva del trabajo con la recría en la explotación en los últimos años. Un cuidado que traslada también a las vacas en producción, puesto que considera «imprescindible» un buen manejo de todos los animales para incrementar su bienestar y rentabilidad.

En los cubículos José emplea mantas de goma sobre las que echa una mezcla de paja y cal que renueva dos veces al día para que el lugar de descanso de las vacas esté siempre seco y desinfectado. Es un trabajo que hace al mismo tiempo que ordeña. La sala de ordeño, con forma de espina de pescado de 10 puntos, cuenta con retiradores automáticos, así que José aprovecha cuando las vacas se están ordeñando y dejan los cubículos vacíos para ir reponiendo las camas.

Esta explotación obtuvo el año pasado un promedio de 12.027 kilos de leche por animal, con un promedio de grasa del 4,61 y de proteína del 3,27. Entrega la leche a Reny Picot, empresa con la que tiene contrato, pero José considera que «los contratos no acabaron con la indefensión de los ganaderos, porque los contratos sirven únicamente para amarrarnos a nosotros y que las lecherías tengan garantizado el suministro de leche a un precio bajo», dice.

“Más que una ley de montes, tenía que haber una ley de tierras”

José Reimonde en la sala de ordeño de su granja.

José Reimonde en la sala de ordeño de su granja.

Granxa Capador sufre también la presión de los eucaliptos. «Al lado de donde yo hice la nave nueva, hace 30 años, los vecinos que dejaron las vacas plantaron las fincas con eucaliptos y yo no los culpo, porque ahora ya sacaron dos talas y es mucho más de lo que les podía haber dado yo en renta», reconoce José, que reclama de la Administración «que fomente las permutas, porque al mismo tiempo que ellos plantaban sus tierras yo tuve que hacer prado en medio del monte para ganar unas 15 hectáreas con las que poder alimentar mi ganado, así que lo lógico habría sido que hubiera un programa al que acogerse para que yo les cambiara mi monte por su prado sin tener que hacer ese doble cambio de uso», dice.

«Pero ahora ya es tarde, porque el desastre está hecho y no hay quien arregle esto», afirma en relación a los incendios forestales y a la falta de ordenación del territorio. Por eso, José considera que «más que una Ley de Montes lo que tenía que haber era una Ley de tierras que las proteja».

Impuestos
José también es crítico con los actuales programas de impuestos cero en el rural. «Aquí se vendieron dos casas, una la compró un inglés y la otra uno de Mallorca como residencia de veraneo. Esa gente no viene a impulsar el rural, simplemente compraron las casas pero no las tierras y cuando yo deje las vacas nadie va a cuidar de las tierras del pueblo. Yo pienso que las ayudas que se dan tenían que estar vinculadas a montar algún tipo de actividad en el rural y no simplemente por arreglar las casas, porque esas ayudas las aprovecha gente que no viene a pisar el campo, que viene simplemente a pisar la carretera y las subvenciones tienen que ser para quien pise el campo», argumenta.

Para este ganadero es además «una contradicción» que mientras sus vecinos ingleses y mallorquines pagan «cero impuestos», a él le va a llegar este año «el catastrazo» resultante de la revisión del valor de la vivienda y las naves de su explotación. «No me llegó aún el recibo, pero espero más de 1.000 euros por todo, la casa, el establo viejo, el alpendre para la maquinaria y la hierba seca y la nave nueva. Otro palo muy gordo», dice.

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