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Restauración de suelos degradados con abono orgánico, un ejemplo de éxito

La empresa lucense Aviporto suministró durante dos décadas cientos de toneladas de fertilizante orgánico para la recuperación de terrenos y escombreras de las minas de As Pontes, que se transformaron en prados, zonas de matorral y bosques

Restauración de suelos degradados con abono orgánico, un ejemplo de éxito

Acondicionamiento de los niveles de la escombrera de As Pontes (izquierda). La misma zona, restaurada cuatro años después (derecha).

Las minas de As Pontes explotaron durante más de 60 años alrededor de 24 kilómetros cuadrados de superficie, que en buena medida quedaban convertidos en un paisaje lunar tras la actividad minera. La restauración de las escombreras, conformadas por restos inertes, sin materia orgánica, se presentaba a inicios de los años 90 como un reto complicado. Era preciso transformar más de 1.100 hectáreas de acumulaciones de piedras, arenas y arcillas en prados y bosques. ¿Cómo hacerlo?

El proyecto de restauración se centró en el recubrimiento de los terrenos inertes con una capa de tierra vegetal, a la que se le añadían fertilizantes orgánicos y calizas para lograr un sustrato apto para la revegetación. La tierra vegetal, de la que había una disponibilidad limitada, se empleó sobre los restos mineros en capas de entre 20 y 50 centímetros. Problema, esa tierra por sí sola carecía de capacidad para ser revegetada, pues su materia orgánica era escasa, tenía pocos elementos nutritivos y presentaba además problemas de estructura, que derivaban en una baja capacidad de retención de agua.

La restauración transformó más de 1.100 hectáreas de piedras, arenas y arcillas en prados y bosques

La solución se buscó en los aportes de materia orgánica, un papel en el que la empresa lucense Aviporto tuvo un papel protagonista durante dos décadas, desde 1991 hasta el cierre definitivo de la mina. Aviporto, una firma que produce fertilizante orgánico peletizado a partir de abono de pollo, suministró cientos de toneladas de su abono para la recuperación de los terrenos mineros de As Pontes.

La memoria del proyecto de restauración detalla las mejoras que posibilitaban los aportes del fertilizante orgánico:

– Propicia la agregación entre las partículas mineras del suelo, favoreciendo el desarrollo de estructura, aireación y capacidad de retención de agua.

– Constituye una reserva nutritiva de liberación lenta a través del proceso de mineralización.

– El alto contenido en carbono orgánico ofrece una fuente de energía inmediata para el desarrollo microbiológico del suelo, que ayuda a la recuperación de los ciclos nutritivos.

Los primeros ensayos que se desarrollaron en As Pontes con fertilizantes orgánicos, a comienzos de los años 90, demostraron enseguida su eficacia, pues se comprobó su riqueza en elementos nutritivos y su lenta liberación, que aseguraba un suministro continuado en un periodo prolongado. Es por esto por lo que se aplicaron de manera generalizada como abonado de fondo en la mayoría de la escombrera, siempre en dosis controladas.

El propio jefe de restauración de las minas, Anibal Gil, certificó que el abono de Aviporto logró unos “resultados llamativos en cuanto a la implantación de cubierta vegetal, por supuesto, mejores que con cualquier otro tipo de abono”, pues en la restauración también se emplearon fertilizantes químicos. “Por su composición y persistencia, los fertilizantes orgánicos son los más apropiados para la recuperación de estas superficies especiales”, concluyó, destacando que la empresa de Portomarín también formaba parte de la historia de la restauración de las minas.

Ladera de la escombrera plantada con alisos.

Ladera de la escombrera plantada con alisos.

El gerente de Aviporto, Juan Carlos Serrano, se muestra también satisfecho de la contribución de su empresa a la recuperación de las minas de As Pontes, un proceso que transformó páramos mineros en bosques y prados.

Cubierta vegetal
La implantación de la cubierta vegetal se inició en todas las superficies recuperadas con la siembra de herbáceas, como vía de evitar la erosión en el menor tiempo posible y de iniciar la asociación entre el suelo y la vegetación. Para tal fin, se usaron especies con gran capacidad de adaptación y supervivencia, como el dactilo, la festuca, el raigrás y el trébol. A esta primera cubierta vegetal se fueron sumando con el tiempo especies espontáneas que son habituales en los prados naturales.

Una segunda fase de la restauración consistió en la introducción en parte de los terrenos de especies de matorral, como el tojo y la retama, que por tratarse de leguminosas, presentan la particularidad de captar el nitrógeno atmosférico, trasladándolo al suelo y aumentando así su fertilidad.

Vista general de una de las zonas restauradas.

Vista general de una de las zonas restauradas.

Arbolado
Con el paso de los años, las cubiertas herbáceas y de matorral asentaron las bases para la introducción de arbolado. Se escogieron para esta nueva fase las especies que ofrecían más garantías de adaptación a las condiciones singulares de las escombreras.

En coníferas, se emplearon el pino del país, el pino radiata y el abeto de Douglas, en tanto que en frondosas, se optó por el abedul y por el aliso. Estas dos últimas especies se valoran como mejorantes del suelo, por lo que fueron empleadas tanto en masas monoespecíficas como mixtas. El abedul presenta una gran capacidad de adaptación a distintos suelos, en tanto que el aliso se comporta como el tojo, pues capta nitrógeno de la atmósfera para trasladarlo al suelo.

La plantación de castaños, robles, arces y serbales completó las actuaciones, haciéndose en los años siguientes trabajos de mantenimiento que incluyeron nuevos abonados y desbroces del matorral allí donde se consideró preciso.

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