«La mejora genética en Galicia en los últimos 10 años fue impresionante»

Javier Freije Freije es juez nacional de CONAFE y propietario de la ganadería Roxo, en Porzún (Vegadeo). Buen conocedor de la situación de las explotaciones a ambos lados de la 'raya', repasamos con él la evolución del sector en los últimos años y las perspectivas de futuro

«La mejora genética en Galicia en los últimos 10 años fue impresionante»

Javier Freire, en una imagen en su explotación.

Con solo 14 años, cogía el bus en A Veiga camino de Gijón, donde vivía un tío suyo, para ver los concursos de ganado. Soñaba con ser algún día como aquellos jueces americanos y animado por su padre entró en las escuelas de jueces. Desde 2003 es juez de la Confederación Nacional de Frisona de España y desde 2006 miembro del Comité de Jueces de la entidad, el órgano que la rige y que celebra una reunión anual, siempre en el mes de septiembre, para escoger, entre otras cuestiones, los 10 animales que representarán al Estado español en el concurso europeo. Javier fue el segundo juez español en tener en su haber una Escuela de Jueces Nacional, un Concurso de Primavera y un Concurso de Otoño, así que, echando la vista atrás, puede considerar cumplido aquel sueño de chaval.

Afirma convencido que se avanzó «una barbaridad» en la mejora genética y que «tanto Galicia como Asturias están a un nivel muy alto», aunque reconoce que «en estos últimos años hubo un retroceso por la bajada del precio de la leche». Y dice que «el mundo de la genética está también muy influenciado por las modas (primero fue la fiebre de la proteína, ahora la de las vacas cruzadas) y está cambiando cada pocos años para que siga siendo un gran negocio».

«Para tener buenos resultados en genética, la llave del éxito es ser constante»

Aún con estos tres o cuatro últimos años de pequeño retroceso, Javier destaca que «la mejora en vacas en Galicia en los últimos 10 años fue impresionante» y da un consejo: «para tener buenos resultados en genética, la llave del éxito es ser constante, en los buenos y en los malos momentos».

En la casa Roxo son décadas de constancia. Su abuelo fue uno de los socios fundadores de Central Lechera Asturiana (él sigue siendo compromisario) y su padre, Juan Antonio, creó junto a otros 3 vecinos en los años 70 una de las primeras cooperativas de la zona, que llegó a ordeñar 80 vacas. En el año 82 aquella sociedad se deshizo y cada socio siguió con las vacas en su propia casa.

Juan Antonio hizo entonces una estabulación para 30 vacas que se fue reformando y ampliando hasta hoy. Javier se incorporó en el año 1993, nada más llegar de la mili. Uno de los problemas actuales de la granja es el déficit de espacio que tiene hoy por hoy, por lo que Javier prevé una pequeña ampliación para poder llegar a 80 vacas en ordeño.

Mira, sin embargo, con desconfianza el futuro porque «con la liberación de las cuotas podemos competir con poca gente». «En España hay ya granjas de 2.000 y de 4.000 vacas y de poco sirve oponerse a la macrogranja de Soria porque al final lo que igual conseguimos es que se instale en Portugal, pero esa leche seguirá entrando a competir con nosotros en el mercado», argumenta.

Central Lechera marca la diferencia

Por su posición de juez pero también por su posición geográfica de ganadero ubicado a caballo entre Galicia y Asturias, Javier es un observador privilegiado para hablar del sector en las dos comunidades con más vocación láctea del Estado español. «Estamos muy juntos, pero somos realidades muy distintas. En Galicia hay zonas muy buenas para producir leche, algo que es difícil de encontrar en Asturias, que tiene una rasa costera muy estrecha y el resto es todo muy montañoso. Pero nosotros tenemos un paraguas muy importante en Central Lechera Asturiana, que es un pulmón fundamental para la subsistencia de la ganadería en Asturias», dice.

«Central Lechera marca la diferencia en cuanto a servicios al ganadero, como el servicio de tanque gratis, el reproductivo, la asesoría fiscal o el de sustitución, pero sobre todo se nota en cuanto a precios, porque Central está marcando siempre por arriba los precios, mientras que en Galicia no hay industrias cooperativas fuertes que logren eso», compara.

Vacas de Ganadería Roxo en una pradera.

Vacas de Ganadería Roxo en una pradera.

Y otra diferencia: «En Asturias no tenemos la fiebre de maquinaria que hay en Galicia», dice. Javier tiene 127 cabezas, 67 de ellas vacas adultas, que atiende él solo. Hace él la mayoría de los trabajos (ordeño, inseminación, ensilado), pero hay tareas como el sembrado y la cosecha del maíz o la elaboración de la ración diaria que prefiere contratar.

De hecho, la llegada todos los días a las seis y media de la mañana a la explotación del carro mezclador de ASA (Asturiana de Servicios Agrarios, empresa perteneciente a Central Lechera) marca el inicio de la actividad en la ganadería Roxo. Hace la ración para todo el día a base del concentrado, el ensilado de hierba y el ensilado de maíz que hay en la propia granja (ganadería Roxo maneja 26 hectáreas de terreno, de las que 16 dedica a maíz) y cobra una tarifa por minuto según el tiempo que le lleve hacer este trabajo, que no llega a los 10 minutos, por lo que a las siete menos cuarto Javier ya está ordeñando.

Javier, de juez en un concurso.

Javier, de juez en un concurso.

«El ganadero tiene que fotografiarse del lado de una buena vaca y no del lado de un gran tractor o de un robot de ordeño. Hace años el principal valor de una granja era su cuota, pero hoy son las vacas», afirma. Esa filosofía le viene de familia. Su padre, Juan Antonio, era un entusiasta de las buenas vacas y fue él quien le inculcó ese mismo gusto a su hijo. En 1994, después de hacer un curso, Javier comenzó a inseminar con toros probados de Canadá y Estados Unidos, cuando «la mayoría de los veterinarios no sabían aún de eso», recuerda.

En su explotación ya había dos vacas importadas de Canadá a mediados de los 80 y en el año 98 comenzaron a trabajar con embriones, aunque con bastante mala suerte, según recuerda Javier. «Nos pasó de todo, muchos machos, fetos momificados, muertes de las receptoras una semana antes de parir, pero con todo nos quedaron 5 o 6 familias de esas en la casa que son con las que seguimos trabajando. El 90% de las vacas que tenemos son descendientes de esas familias», explica. Fiel a esos orígenes, Javier sigue aún hoy poniendo en sus vacas semen de los mejores toros de Estados Unidos y Canadá.

«A veces salir fuera te sirve para darte cuenta de que no hacemos las cosas tan mal aquí»

Javier envidia de esos países un mayor reconocimiento para los ganaderos. «Aquí no somos un sector respetado y prestigiado por la sociedad, que es cada vez más urbanita, y el sector se apaga», afirma. Y pone como ejemplo a su parroquia: «en Porzún había 15 ganaderías y hoy quedamos 3». Y compara la situación en Galicia y Asturias con la que existe en otros lugares donde producir leche aun es mas complicado, como en Menorca o en las Azores.

«Solo me sonaban las Azores por el anticiclón, pero tuve oportunidad de acudir allí a una escuela internacional de jueces y me sorprendió. San Miguel, la isla más grande y más turística, tiene 80.000 vacas, todas en pastoreo, y mientras nosotros cerramos nuestras fincas con zarzas, allí hay hortensias», cuenta. Lo mismo pasa en Menorca, dice, donde producir leche es mucho más difícil que en la península, donde hay una estructura de propiedad de la tierra absolutamente rentista y donde los ganaderos tienen que hacer quesos para esquivar una situación de precios de la leche también muy bajos.

Por eso Javier afirma que «lo más gratificante de la experiencia de ser juez es precisamente conocer otras realidades», la de ganaderos de otros lugares del Estado y de Europa, un ejercicio de salir fuera que recomienda porque le sirvió para darse de cuenta «de que hay aspectos en los que tenemos que mejorar pero también que en otros tampoco hacemos las cosas tan mal aquí», concluye.

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