Ganadería Casa do Neiro: Vivir con calidad de vida con 21 vacas en ordeño

Víctor Fernández Caseiro es un joven de Esmoriz (Chantada) que desde que se incorporó implantó importantes cambios en su ganadería: pastoreo día y noche, paso a ecológico y apuesta por la raza Montbeliarde. El resultado es una ganadería viable económicamente de la que viven dos personas y una mejora en la calidad de vida

Ganadería Casa do Neiro: Vivir con calidad de vida con 21 vacas en ordeño

Víctor Fernández con parte de su rebaño

Víctor Fernández Caseiro es un joven de la parroquia de San Xillao de Esmoriz, en Chantada, que hace 5 años decidió incorporarse a la ganadería familiar de un forma imprevista. “Hasta los 27 años fui comercial del sector alimentario, un sector muy competitivo y con alto nivel de estrés,  en el que trabajas por comisión. Coincidió que quedé en el paro y que mi madre, que era la que llevaba la explotación, tenía que operarse por lo que tomé el relevo”, explica.

La vuelta al contacto con la naturaleza y con los animales y a un ritmo de vida más natural convencieron a Víctor de que la ganadería y el contacto con la tierra, aquello de lo que la presión social le había inculcado desde pequeño que había que alejarse, era el modo de vida con el que se sentía feliz.

 “Dar el paso a ecológico fue la subsistencia de una ganadería pequeña como la nuestra”

Pero para hacer viable económicamente para dos personas y mejorar la calidad de vida, Víctor decidió que había que pasarse a ecológico. “Cada explotación tiene que ver su caso concreto, si tiene base territorial cerca o no y si es apta para el pastoreo. Dar el paso a ecológico fue la subsistencia de una ganadería pequeña como la nuestra”, reconoce.

Hoy cuenta con una cabaña de 37 animales, de los que 21 son vacas en ordeño, y una base territorial de 27 hectáreas.

El punto de partida fue una ganadería con un sistema mixto de pastoreo parcial y estabulación que ni optimizaba el pasto, como las puramente extensivas, ni el silo y el pienso, como las de estabulación intensiva.

“Veníamos de una ganadería en la que las vacas pacían durante el día y se estabulaban durante la noche. Gastábamos mucho en pienso, unos 10 kilos por vaca y día, y en silo de hierba, para lograr unas producciones de unos 9000 litros. Las vacas tampoco comían todo lo que querían en el pasto, ya que en primavera el primer objetivo era guardar el máximo de silo de hierba para el verano y el invierno. El resultado eran animales más débiles, con peor fertilidad y con problemas frecuentes de torsiones de estómago”, reconoce.

Cambio de raza

El punto de inflexión para Víctor Fernández Caseiro fue la visita a la ganadería Casa da Fonte, de Xosé García Freire, en Pantón (Lugo), una de las pocas en Galicia que hacen pastoreo día y noche todo el año para vacas de leche. “Era algo que tenía en mente, pero había reticencias por el frío y la lluvia y como eso afectaba a las vacas. Pero aconsejado por José Luis Cortiñas visité a Xosé y fue un abrir la mente a nuevas posibilidades en la ganadería. Esa noche no dormí pensando en los cambios que iba a hacer”, asegura.

Después de esta visita uno de los primeros cambios que hizo Víctor fue el de raza, comprando en Holanda 6 vacas de raza Montbeliarde. Buscaba una vaca rústica y que produjera leche con más calidades. Cinco años después considera que fue una decisión acertada: “Es un animal con una muy buena fertilidad, y la prueba es que las vacas el primer año parieron en septiembre, y cuatro partos después 5 de las 6 siguen pariendo en septiembre. Además, es una vaca que no da ningún problema de partos, los terneros los estoy vendiendo bien para machos, al ser raza pura, y cuando las quiera vender para desvieje son animales con un físico espectacular, por lo que con una buena ceba puedes quitar el doble de dinero que con una Frisona”, razona.

 “El objetivo es tener la mitad del rebaño con Montbeliarde pura y la otra mitad con cruces”

En el resto del rebaño de Frisonas que heredó de su familia decidió ir a un sistema de triple cruce. En estas semanas están naciendo las primeras generaciones del cruce de Montbeliarde con Frisona y para la tercera raza prevé decantarse por la Parda Alpina. “Es una raza lechera, que produce también muchos sólidos, y además tiene la ventaja de que lo más probable es que los terneros nazcan con la piel marrón u oscura, lo que de entrada ya supone más de 100 euros a mayores a la hora de venderlos que si fueran pintos de Montbeliarde”, explica. En las vacas frisonas de las que no quiere recriar las insemina con Limousin. Probó este pasado año con Flekvieth, pero las complicaciones que provocaron en el parto hicieron que la descarte de cara al futuro.

El objetivo de este ganadero es tener la mitad del rebaño con Montbeliarde pura y la otra mitad con triple cruce para ver cuál es la más rentable para su explotación.

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Manejo del pasto

El otro gran cambio que realizó Víctor fue el manejo del pasto, que pasó a ser la principal fuente de alimentación del ganado, siendo la hierba seca, el silo de hierba y el pienso meros suplementos cuando lo que pacen en la pradera no es suficiente.

Como destaca Víctor, “eso exige saber que les aporta el pasto en cada época del año para complementar en el establo las carencias que hay fuera. Y para eso hay que observar como son las bostas de las vacas, para saber si hay que meter más hierba seca y subir o bajar al pienso, y también visitar las praderas por lo menos cada diez días para saber la comida que tienen y en que estado está”.

En el prado, una de las máximas que sigue es no sobrepastorear, de forma que las vacas estén un máximo de 4 días en la misma parcela para que no coman los rebrotes de la hierba. Darle a la pradera tiempo de reposo suficiente para que la hierba almacene reservas y que el pasto no espigue para aprovechar al máximo la proteína vegetal son otras de las premisas que sigue.

Para aprender a manejar el pasto Víctor contó con la ayuda de Xan Pouliquen, fue a una charla formativa de Luiz Carlos Pinheiro Machado y asiste a todo cuanto curso puede para de esta forma estar al día.

“La hierba seca es excelente para equilibrar la proteína en el pasto y evitar diarreas”

El pienso ecológico, que adquiere a Ecofeed, se adapta también a las variaciones del pasto tanto en cantidad como en calidades. “Bajo y subo proteína según como esté el pasto. Así, en primavera cuando hay mucho pasto les doy un pienso con un 15% o un máximo del 17% de proteína mezclado a la mitad con harina de maíz. Es decir, 2 kg de pienso diarios y otros 2 kilos de harina de maíz, que les aporta energía. Y cuando no hay pasto voy a un pienso con un 20% de proteína y cambio a un 50% de harina de maíz y 50% de cebada, porque las energías que le aporta el pasto son diferentes”, explica.

La hierba seca siempre está presente en la ración, especialmente en primavera y en otoño, cuando el pasto tiene más proteína, para prevenir diarreas. “La hierba seca es un forraje excelente y puede llegar a tener la misma proteína que un silo de hierba. El problema es que henificar en Galicia es difícil”, subraya.

Prueba de eso es que si antes de este cambio de manejo en esta ganadería hacían unos 200 bolos de silo de hierba y unos 20 de hierba seca, sobre todo para las terneras, ahora la proporción se invirtió.

Sistema de resiembra de las praderas

En cuanto al abonado de las praderas es lo que hacen los animales al pastar  y con el poco purín que producen en el establo. Para el establecimiento y renovación de las praderas Víctor asegura que, tras probar varios métodos, “lo que mejor se adapta es el de la resiembra: mallar la hierba propia para quitarle la semilla, pasarle la trituradora a la finca, echar la semilla y echar purín o el ganado para que el trepen y ya nace”. “Ahorras mucho en gasóleo y mantienes la estructura del suelo”, defiende.

El resultado tras estos 5 años es una ganadería con vacas que producen unos 6.600 litros por lactación, con unas calidades medidas de 3,9 de grasa y 3,3 de proteína, aunque en las épocas de menos pasto pueden subir a 4,2 y a 3,5. Le venden la leche a Celta, la un precio de 50 céntimos por litro más calidades e IVA.

El cambio a ecológico fue vital para esta explotación, no solo por el precio de la leche, -el último año en convencional la vendían a 27 céntimos- sino también por la importante reducción de gastos veterinarios, de pienso y de gasóleo.

“El cambio fue bajar de una factura mensual de 6.000 o 7.000 kilos de pienso a 3.000 kilos, y con 5 vacas más en ordeño. Y prácticamente desaparecer los gastos veterinarios, se redujeron mucho los problemas de patas, de pneumonía, de mamitis, y la fertilidad y las calidades de la leche aumentaron mucho”, subraya.

“Tu cuenta corriente mejora y vives más tranquilo trabajando menos”, concluye.

 

Cambios de futuro:

De cara al futuro, Víctor Fernández prevé cambiar el sistema de agrupación de partos. En la actualidad concentra los partos según la máxima disponibilidad de pasto: el 60% en primavera y el 40% en otoño. Sin embargo prevé invertirlo porque considera que “en primavera la producción en las vacas se dispara hasta los 30 litros, sobre todo en las frisonas, y eso tampoco es bueno porque se resiente la condición corporal del animal”.

Otro cambio que le gustaría hacer es en la recría. Actualmente durante los 3 primeros meses las terneras están en el establo y luego pasan a pastar en una finca de 1,5 hectáreas en la que están hasta son novillas preñadas y próximas al parto.

“Quiero ir a un sistema en el que las becerras estén con las madres y mamando directamente la leche durante los primeros meses. Creo que es la forma de evitar pneumonías, diarreas y otros problemas”, avanza.

“El progreso está en la colaboración para avanzar juntos”

El otro cambio de futuro que se plantea es comprar una sala de ordeño móvil y, con el tiempo, poder transformar su leche en yogures y otros derivados lácteos. En cuanto al número de animales, su objetivo es llegar a las 30 vacas en ordeño.

Una nueva actividad que se sumaría a una vida ya muy polifacética. Y es que Víctor Fernández también toca el saxo tenor en el grupo chantadino Liviao de Marrao, es miembro activo de la juventud del Sindicato Labrego Galego y también socio de la cooperativa AIRA. “Creo que desde pequeños nos educan equivocadamente para que compitamos entre nosotros, cuando, a mi ver, el progreso está en la colaboración para avanzar juntos, tanto como personas como profesionales”, concluye.

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