El resurgir del caballo gallego como gestor del monte

La reducción del riesgo de incendios con el control de la biomasa, la mejora de los pastizales o la conservación de la biodiversidad son algunas de las aportaciones de los caballos en el monte que están suscitando interés en montes vecinales. El censo de caballos cayó a la mitad en Galicia en el último medio siglo

El resurgir del caballo gallego como gestor del monte

Manada de caballos en los montes de Sabucedo (A Estrada). // Foto: Laura Lagos.

En los años 70, los últimos datos oficiales apuntaban a que Galicia contaba con 22.000 caballos bravos en los montes. Hoy, según indican los expertos, este número se ha reducido y se estima que quedan alrededor de la mitad. Aun así, se trata de la población de caballos en semilibertad más importante de Europa.

Galicia cuenta con la población de caballos salvajes más importante de Europa

«Es un valor en sí mismo contar con una población tan destacada de caballos en libertad, pero no se valora como debiera», indica Laura Lagos, investigadora de la Universidad de A Coruña y que participó en el proyecto GOI Bestas, un estudio de tres años que precisamente busca la puesta en valor de estos animales desde distintas perspectivas.

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Una manada de caballos bravos en montes gallegos. // Foto. Laura Lagos.

¿Qué aporta contar con caballos en el monte?
La presencia de caballos en el monte se ha visto reducida en los últimos años principalmente porque fueron abandonándose muchas de las prácticas que implicaban a estos animales, así como por el envejecimiento de la población, la despoblación que afecta al rural gallego o distintas trabas administrativas, como apuntan los expertos.

«Se fueron perdiendo algunos de los usos que tenían estos caballos como los trabajos agrícolas, su uso en desplazamientos o el aprovechamiento de las crines. Hoy en día sólo se conserva la venta de potros, que además tienen un precio muy bajo, lo que hace poco rentable la actividad. Pero los caballos o garranos tienen un gran potencial para otros aprovechamientos», indica Laura Lagos.

«Los caballos gallegos son grandes consumidores de tojo. Hace diez años nadie lo valoraba, pero cada vez más comunidades de montes se interesan por su uso

Tal y como recoge esta investigación, los caballos bravos pueden tener aún hoy en día un papel destacado para la gestión de los montes. El caballo gallego tiene una alimentación equilibrada a base de tojos y herbáceas, por lo que contribuye a reducir y mantener controlada la biomasa. «Los caballos gallegos son grandes consumidores de tojo», apunta la investigadora Laura Lagos. De hecho, en el proyecto, gracias al empleo de herramientas de seguimiento, consiguieron conocer las áreas de campeo en las que permanecen los caballos, lo que les dio también información sobre la dieta.

Esta observación les permitió determinar que en zonas como Sabucedo, una manada de 10-20 caballos se mantiene fiel a un área de campeo que puede abarcar entre 200 y 500 hectáreas. Estos datos no implican que la biomasa esté totalmente controlada con este número de animales, puesto que como explica Lagos, las áreas de campeo de las manadas muestran cierta superposición.

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Área de campeo de caballos en los montes de Sabucedo, A Estrada. // Laura Lagos.

Así, por ejemplo, en los montes de Sabucedo, hoy se contabilizan alrededor de 255 caballos adultos en un área de más de 3.000 hectáreas en la que, aunque contribuyen enormemente, no son suficientes para mantener controlada la vegetación. «Haría falta una mayor densidad de población y hay que tener en cuenta que antes estos montes también estaban aprovechados por otras especies», concreta la investigadora.

La eficiencia de estos animales a la hora del control de la biomasa los convierte en un aliado en la prevención de incendios forestales al contribuir a mantener los montes más limpios. «Hay que tener en cuenta que el caballo no sólo come los brotes de los tojos sino la madera», apunta la investigadora. Por eso, el empleo de caballos para los desbroces, a la par de ser un método más sostenible, permite ahorrar costos.

«Hace 10 años no se contemplaba como una alternativa pero ahora cada vez hay más interés por parte de comunidades de montes que ven en el caballo una alternativa», concreta la investigadora. Esta tendencia a recuperar el uso del caballo se está sintiendo también en Europa, donde cada vez se dan más pasos para la puesta en valor de estos animales.

Los caballos bravos son grandes consumidores de tojos, tanto de brotes como de la madera. // Foto: Laura Lagos.

A la par del control de la biomasa en el monte, el Centro de Investigaciones Agroforestales de Mabebongo (Ciam), que fue una de las partes implicadas en el proyecto, ahondó sobre las ventajas que supone la presencia de caballos para la regeneración de los pastos de montaña. Según las observaciones de los investigadores, en aquellas praderas dedicadas a la alimentación del ganado vacuno donde los caballos pacieron durante el invierno, el rebrote del pasto es más exitoso, puesto que los caballos hacen un mejor aprovechamiento.

En esta línea, ya se están dando las primeras experiencias de regeneración de la pradera con caballos en los montes del Xistral, (Lugo). Asimismo, el caballo salvaje también es un aliado para el ganado vacuno frente a la fauna salvaje, puesto que su presencia en los montes reduce la incidencia de los ataques de los lobos sobre becerros y vacas.

Los caballos bravos son fundamentales para la conservación de hábitats de interés comunitario como son los brezales húmedos

Los caballos juegan también un papel fundamental para la conservación de hábitats de interés comunitario como son los brezales húmedos, según apunta el investigador de la Universidad de A Coruña Jaime Fagundez. «Los caballos son indispensables para una buena conservación de estos espacios en Galicia, por lo que la administración debería valorarlo para favorecer la presencia de caballos en los montes», indica.

Otro de los valores de los caballos salvajes es su atractivo turístico y etnológico. «Aparte de los curros, que sirven como una cita turística de acercamiento a estos animales, el turismo de naturaleza y observación de los animales en su espacio natural también podría ponerse en valor y aprovecharse», añade Lagos.

 Herramientas para mejorar su manejo en el monte

Uno de los animales con los collares de localización que probaron en el proyecto. // Foto: Laura Lagos.

Uno de los animales con el collar de localización que probaron en el proyecto. // Foto: Laura Lagos.

El proyecto GOI Bestas se llevó a cabo durante los últimos tres años impulsado por la Asociación Rapa das Bestas de Sabucedo, la Universidad de A Coruña, la Agencia Gallega de Calidad Alimentaria (AGACAL) y la firma 3edata. Además, también colaboraron otras entidades involucradas en la cría de caballos salvajes en Galicia como la Asociación de Ganaderos de Caballos de A Groba y la Comunidad de Montes de Carballo, lo que permitió lograr información directa y de utilidad sobre estos animales.

En el marco del proyecto GOI Bestas, que contó con financiación europea, estatal y autonómica, se probaron diferentes herramientas para mejorar el manejo en el monte. «Cada vez quedan menos ‘besteiros’ y el manejo de los animales se hace más difícil, por eso también intentamos estudiar alternativas que puedan facilitar el control de las manadas» apunta Laura Lagos.

Una de las herramientas que probaron fue el empleo de collares de localización de los animales por GPS. Según la experiencia en el monte, los collares pueden emitir la posición de los animales y transmitirla al móvil cada hora, con lo que las baterías de los dispositivos aguantarían un año. Esto facilita la labor a la hora de buscar las nuevas crías o para tener controlada la manada y evitar que accedan a zonas donde puedan causar problemas, como huertas y prados o carreteras. «Tener los animales localizados de este modo permite reducir los riesgos y aporta información sobre las rutinas y movimientos de los caballos», concreta la investigadora.

Basta con colocar un collar por manada, aunque como señala la experta, es preciso conocer bien la manada para seleccionar el animal al que se le coloca. En su experiencia con los collares apenas registraron incidentes y elaboraron un manual práctico de recomendaciones para aquellas personas interesadas en probar el sistema.

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Localización de caballos en los montes mediante el uso de drones. // Foto: Laura Lagos.

El uso de los drones fue otra de las herramientas que probaron tanto para controlar las manadas e intentar cambiarlas de sitio como para su localización en el monte. «Es muy importante no abusar del empleo de los drones para mover las manadas, ya que los animales pueden terminar por acostumbrarse, por lo que sólo se debe hacer en casos muy puntuales», advierte Lagos.

Además, dentro del proyecto, la empresa 3edata y la Universidad de A Coruña estuvieron trabajando en la elaboración de una herramienta digital, basada en la cartografía de hábitats, que permita hacer una clasificación del tipo de vegetación. Esta catalogación puede ser de utilidad para la introducción de manadas de caballos o para determinar las áreas en función del riesgo de incendio.

Buscaban alternativas al marcado de los caballos en caliente que fueran más visibles y menos agresivas para el animal

Junto a estos avances, desde el CIAM también llevaron a cabo una investigación sobre las alternativas que se presentan para diferenciar los caballos en el monte y poder identificar a que propietario o comunidad pertenecen. Hasta ahora, la marca más empleada está siendo la realizada con un hierro caliente. El estudio buscaba no sólo una marca más visible sino también una alternativa menos agresiva para el caballo.

Evaluaron la colocación de crotales o las marcas en frío, mediante el empleo de nitrógeno líquido, pero las primeras evaluaciones determinan que ninguna de las alternativas resulta más viable a la marca en caliente. Dado que los caballos emplean las orejas para comunicarse, el uso de los crotales es una opción que no convence porque puede interferir en el comportamiento de los animales. Tampoco el marcaje en frío resultó mejor opción, puesto que aunque implica una reducción del dolor al animal, conlleva un mayor tiempo de inmovilización para un correcto marcaje, según documentaron otras investigaciones.

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