Montes vecinales que generan riqueza, el caso de Espiñarcao

Esta comunidad de montes de Romariz, en Abadín (Lugo), creó 160 hectáreas de pastizales que permiten que 11 vecinos comuneros mantengan allí sus ganaderías

Montes vecinales que generan riqueza, el caso de Espiñarcao

El monte vecinal de Espiñarcao cuenta con 160 hectáreas de pasto y alberga el ganado de 11 vecinos comuneros.

El monte vecinal de Espiñarcao, en Romariz (Abadín, Lugo) estaba hace 30 años a tojos y brezo, con algunas campas de por medio que aprovechaban vacas y caballos. Los vecinos mantenían allí pequeños rebaños de vacas rústicas, cruces en su mayoría de razas autóctonas, con las que incluso hacían una trashumancia a la sierra del Xistral en los meses del verano. En aquel momento, a mediados de los años 80, surgió la idea de implantar pastizales en el monte vecinal, un proceso que generó muchas reticencias al comienzo pero que, pasados los años, continúa demostrándose como un acierto.

En la actualidad, el monte vecinal en mancomún de Espiñarcao cuenta con 160 hectáreas de pastizales, de un total de 204. El resto son 18 hectáreas de pinar y zonas de mucha pendiente que no se pueden laborear, por lo que los comuneros practican allí quemas controladas, autorizadas por la Administración, con las que facilitan el pastoreo de esos terrenos.

«Cuando creamos el primer pastizal, enseguida nos dimos cuenta de que producía más que el resto del monte todo» (Marcelino Díaz, comunero)

Proceso
«Cuando se habló por primera vez de crear los pastizales en el monte, casi nadie quería. Se desconfiaba, había el rumor de que subiría la contribución y había quien pensaba que la Administración se quedaría con el monte si no lo cuidábamos» -recuerda Marcelino Díaz, ganadero e integrante de la comunidad de montes de Espiñarcao-. «También estaba el hecho de que para crear los pastizales, teníamos que sacar el ganado del monte».

«El primer proyecto no fue fácil», reconoce Marcelino. «Peleó mucho por sacarlo adelante Eloi Villada -técnico de Extensión Agraria- y al final nos decidimos a hacer un primer pastizal de 25 hectáreas. Estábamos viendo que otras comunidades próximas también los estaban creando y que funcionaban. Cuando pusimos en marcha nuestro pastizal, enseguida nos dimos cuenta de que esas 25 hectáreas producían más que el resto del monte todo y entonces ya éramos los vecinos los que queríamos hacer algo más, no la Administración».

Mangas de manejo.

Mangas de manejo.

De las 25 hectáreas iniciales de pastizales se pasó a las 160 de la actualidad, un proceso en el que la Administración puso el material y los trabajos de desbroces y laboreos, y los vecinos pusieron la mano de obra para hacer los cierres, sacar piedras y tocones, y sembrar.

Situación actual
La importancia de aquellos trabajos se plasma en la situación actual de los pastizales, que albergan un total de 220 vacas divididas entre 11 comuneros, a razón de 20 por vecino. «El cambio nos permitió mejorar mucho en genética, tener vacas más alimentadas y animales que tuvieran partos todos los años. La rentabilidad es otra», destacan. Cada vecino tiene sus propias vacas y decide qué manejo hacer de sus becerro, si cebarlos en la casa o venderlos como pasteros, con destino a un cebadero.

La extensión del pastizal incluso permite que la comunidad reserve dos parcelas cada año para silo de hierba, que se le suministra a las vacas en invierno. «Cuando hace mal tiempo en invierno, tenemos los animales en una zona al lado del pinar, donde los alimentamos y donde se pueden resguardar entre los árboles cuando nieva o cuando viene la ventisca y hace mucho viento y lluvia».

Salvo en los temporales duros de invierno, el monte de Espiñarcao presenta unas condiciones ideales para el ganado extensivo. «Tenemos un suelo bueno y un microclima excepcional para los pastos. Las nieblas del Fiouco, que hacen cerrar la autovía A-8 con frecuencia, son las mismas que les aportan mucha humedad a nuestros pastos», señala Marcelino, que participó recientemente en unas jornadas sobre montes vecinales organizadas por el Consello da Cultura Gallega para contar la experiencia de la comunidad de Espiñarcao.

«El monte vecinal de siempre tuvo mucha importancia para nosotros. Cuando yo comencé a ir al monte con el ganado, me encontraba con que había cierres abandonados en medio del monte y no sabía de qué eran», cuenta. «Resulta que antes la gente hacía estivadas en el monte comunal. Lo cavaba, quemaba los terrones y sembraba centeno para hacer el pan. El monte era el que daba el pan y hoy en día sigue siendo muy importante. Podemos decir que el monte vecinal generó mucha riqueza y ayudó a fijar población. La base territorial es fundamental para cualquier proyecto de ganadería», concluye Marcelino.

espiñarcao estandar monte veciñal

Trabajos en común

El mantenimiento de las 160 hectáreas de pastizales de Espiñarcao se realiza en común. Los comuneros se turnan para ejecutar las tareas de pequeños desbroces y abonado que hacen todos los años, cada uno con su tractor. También trabajan en conjunto para reparar cierres o para sacar piedras. Hace años, cuando inseminaban las vacas, las tareas eran mayores, pero en la actualidad tienen cuatro toros, 3 limusines y un blonde, que redujeron el trabajo.

Las razas de toro se enfocaron a lograr una mayor facilidad de los partos, ya que con frecuencia las vacas paren solas, aunque son retiradas de los pastizales antes del parto y llevadas a la explotación de su propietario, donde tienen el becerro y pasan los primeros quince días tras el parto, antes de regresar al monte.

Lobo
«Lo hacemos así por temas sanitarios y también porque en ese periodo, los animales son más sensibles a ataques del lobo. Esta es una zona de mucho lobo y si por ahora no sufrimos muchos ataques es porque tenemos al lado un monte con potros y al lobo le es más fácil cazar potros. Los caballos tratan de escapar, las vacas se agrupan y tratan de defenderse», compara Marcelino. «Si no tuviésemos los potros al lado, estaríamos perdidos», reconoce. «De todas formas, ya se me ha dado el caso de llegar a la finca y encontrarme con el lobo tratando de matar un becerro».

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