Blas Vila, criador de bueyes en extensivo

Blas Vila es un criador de bueyes de Monterroso que cuenta con 15 animales de distintas razas con los que recuperó buena parte de las tierras familiares que habían quedado abandonadas. Conocemos algunas de las claves de su apuesta por un cebo de calidad y en libertad que se prolonga durante 6 años

Blas Vila, criador de bueyes en extensivo

Blas Vila con algunos de los animales en los pastos.

Blas Vila lleva años inmerso en el cebo de vacuno en Ligonde (Monterroso, Lugo) y desde el 2012 optó por la crianza en exclusiva de bueyes. Es una actividad complementaria que compagina con su dedicación al sector de la automoción y que le permite, a la par de obtener un rendimiento, utilizar las tierras familiares que mantenían sin aprovechamiento desde hacía años. Hoy cuenta con 15 bueyes, de distintas edades y razas, que creía hasta los seis años, cuando consiguen el «punto óptimo», según este criador.

«Lo más duro son los seis primeros años, donde no obtienes rendimiento ninguno»

«La cría de bueyes es realmente una oportunidad para combatir el abandono del rural porque puede ser una opción para mucha gente con perfiles muy variados y sin implicar un gran desembolso económico, como pueden suponer otros negocios», defiende el criador. Sin embargo, también reconoce que en esta crianza de bueyes «lo más duro son los seis primeros años donde no obtienes rendimiento ninguno y tienes que gastar al menos lo mínimo para contar con un espacio donde puedan estar los animales seguros y las herramientas para alimentarlos», puntualiza. En su caso, buena parte de la tierra en la que cría los animales pertenecía ya a su familia. «Es una opción muy buena para aquellos que cuentan con tierra que no están explotando de otro modo», considera.

Variedad de razas

Blas tiene los animales separados en dos lotes, según la edad. Así, los ejemplares más jóvenes permanecen en una finca en Antas de Ulla. Una vez que cumplen año y medio los lleva con los adultos que pacen en Ligonde. Se trata de un grupo integrado ahora mismo por 9 bueyes y al que el próximo año se sumarán dos más.

Bueyes de Rubia Galega y Asturiana.

Bueyes de Rubia Galega y Asturiana.

El ganadero apuesta por una crianza de animales de razas diferentes. Ahora mismo el integrado por los adultos lo conforman bueyes de Limousin, tanto puros como cruces, así como dos bueyes de Rubia Galega, con el reconocimiento de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Vacuno Selecto de Raza Rubia Gallega (Acruga), y otro de Asturiana. Pero entre los ejemplares más jóvenes cuenta también con dos bueyes Frisones. «En cuanto me haga con más base territorial, mi idea es criar tres bueyes por año: uno frisón, uno cruzado y uno del país. Así entre los tres van a ir equiparando cantidad y calidad», explica el criador. «Para mí, y para mucha gente, la mejor raza son los cruzados, sobre todo te lo dice gente con experiencia en el sector, pero son los más difíciles de conseguir y tampoco quiero apostar sólo por el cruce», matiza.

«Mi idea es criar tres bueyes por año: uno Frisón, uno cruzado y uno del país»

La mayoría de los animales los compró en explotaciones o ferias de la contorna y también le funciona el boca a boca. «Para ir al desvieje lo que no te interesan son animales con mucha trasera, ya que eso también te va a traer parejo más problemas respiratorios, de corazón y de movilidad. A mí me interesan animales que tengan una planicidad más amplia para así aprovechar el chuletero hasta el sacro», concreta. También prefiere animales que no superen los 1,70 metros para criarlos en seis años, ya que con mayor o menor altura también varía el tiempo de crianza.

La crianza de estos animales es totalmente al aire libre y con un sistema de rotación en distintas fincas. «Ellos prefieren estar todo el tiempo fuera, por su naturaleza no son animales para estar estabulados. En una de las fincas tenemos una nave donde pueden meterse pero nunca van para ella», explica el criador. A pesar de eso, buena parte de las fincas tienen zonas de arbolado donde los animales se pueden resguardar. «Siempre están en medio de la finca, juntos, pero en medio. Incluso cuando nieva, ellos prefieren estar fuera», comenta el criador.

Los animales conservan su cornamenta.

Los animales conservan su cornamenta.

Permanecer todo el tiempo en el prado también le permite que los bueyes complementen su alimentación con bellotas o castañas en la temporada. Blas defiende una crianza lo más natural posible, de ahí que también haya decidido que los animales conserven su cornamenta, ya que cree que le son de utilidad ante posibles ataques de otra fauna y tampoco suponen un impedimento para su cebo ni un riesgo para el criador.

Ataques del jabalí

Aunque tiene las fincas cerradas con pastor eléctrico, ya sufrió algún ataque por parte de la fauna salvaje. «Es una zona donde hay lobo y donde cría, pero nunca tuvimos ataques de ellos», apunta. Lo que sí han tenido ha sido la incursión en la finca de los jabalíes. «Parece que no sean conscientes de lo que es un buey y se meten a hurgar en la finca y los bueyes intentan ahuyentarlos. Es un comportamiento que hacen con todos los animales que entran en la finca, bien sean cigüeñas, garzas o los jabalíes», detalla. En una de estas incursiones, uno de sus animales, con una cornamenta más pequeña, sufrió el arremetido de un de los colmillos de un jabalí.

Blas visita los animales al menos una vez al día para revisar que no se produjera ninguna incursión y comprobar también si disponen de agua, alimento y asegurar un correcto funcionamiento del pastor eléctrico.

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Amansar el carácter atendiendo a la luna

En esta crianza, uno de los problemas a los que tuvo que hacer frente, sobre todo en los primeros años, fue al carácter que tenían algunos animales. «Fue mi abuelo quien me dijo que para conseguir bueyes dóciles tenía que castrarlos en luna menguante», recuerda. «Desde que comencé a castrarlos atendiendo a la luna me desaparecieron todos los problemas de carácter y los animales son totalmente dóciles, sólo que aún tengo algunos que castrara sin tener en cuenta esto», reconoce.

Del castrado de los animales también se encarga él y lo realiza cuando los becerros tienen apenas mes y medio de edad. «Cuanto antes lo haces se evita también que luego tengan problemas de incontinencia y su vejiga comienza ya a crecer y les funciona mejor. Si están estabulados esto es más difícil de detectar», afirma.

Además de las enseñanzas en el manejo de los bueyes recibidas por su abuelo, Blas tiene muy presente que «mis padres hicieron un importante esfuerzo por mantener estas tierras y ahora yo puedo darles un aprovechamiento sin que queden abandonadas, lo que para ellos también les resulta reconfortante y satisfactorio», valora el ganadero. Un aprovechamiento que también ve como un legado para su hija.

Los propios animales se encargan de la regeneración del pasto

La explotación dispone de una base territorial de 10 hectáreas mixtas, con pradera y zonas de arbolado, y va rotando los animales por las distintas fincas. También está pendiente de ampliar su superficie tanto con el aprovechamiento de monte comunal en la zona como de un proyecto condicionado por las autorizaciones de la Xunta.

Una zona donde el pasto brotó después de estar los bueyes.

Una zona donde el pasto brotó después de estar los bueyes.

A lo largo de estos años los propios animales se fueron encargando de la recuperación de las fincas donde la broza compartía espacio con una pradera sin explotar. Así, Blas desbrozó algunos espacios y los bueyes regeneraron la pradera. De hecho, no emplea ningún tipo de química en sus pastos ni otro purín que no sea el abono que producen los animales. «Cuando compré los primeros cinco bueyes tardé varios días en ver a los animales ya que andaban escondidos entre la maleza y ni se veían huellas. Hasta pensé que se habían marchado o me los habían robado», recuerda Blas.

Además del pasto, la alimentación de los animales durante buena parte de su crianza se complementa sólo con silo de hierba. El ganadero coloca varios comederos móviles que va rotando en las zonas de arbolado o broza para conseguir que los animales pazcan y abonen esos espacios. Este proceso le permite recuperar zonas de pasto sin mayor trabajo. «Al principio podaba mucho más los árboles pero ahora hasta se encargan ellos de comer las ramas directamente de los árboles así como buena parte de las ramas pequeñas que corto», indica.

Los últimos meses, la fase decisiva

La fase más decisiva del cebo de estos animales son los últimos 8 meses, en la que varía la alimentación para conseguir que el animal termine de formarse y consiga su máximo esplendor. Por lo general, los animales pesan alrededor de 800 kilos antes de comenzar esta fase final, en la que podrán aumentar alrededor de 200 kilos. Por el momento, al cebado del remate incorpora dos animales cada año, que separa del resto del grupo y cuya alimentación se complementa con cereales.

«Este año se me murió por clostridium uno de los bueyes que ya estaba en la fase final para vender en los próximos meses»

La variación en la dieta es paulatina y comienza, con dos kilos de maíz triturado al día a lo que a los pocos días ya incorpora también salvado «con el que consigues que no se metan atracones de agua e hinchen», explica. Al final de la ceba la alimentación se complementa con cebada. Como máximo le aporta 11 kilos de cereales por animal. Además de estos cereales, estos dos animales consumen un rollo de silo de hierba cada tres días y un rollo de hierba seca a la semana. «Hay que ser muy minucioso porque es muy fácil picar en esta última fase de la ceba, aunque tengas experiencia, como era mi caso», apunta.

De hecho, este mismo año perdió uno de sus animales ya en esta fase de la ceba por un ataque de clostridium. Además de la pérdida que supuso la muerte del animal, tuvo que volver atrás también la ceba de otro buey, aunque este consiguió salvarlo. Apunta a que una mala conservación, durante el traslado del maíz que compró, pudo ser el detonante. En su caso valora que no es factible también sembrar los cereales por eso los adquiere. Sin embargo, produce él el silo de hierba, con una producción anual de 100 rollos, y la hierba seca, con unos 50 rollos.

Algunos de los bueyes de más edad del cebadero.

Algunos de los bueyes de más edad del cebadero.

La carne de buey

Una vez que alcanzan los 6 años, los bueyes pueden conseguir un valor de entorno a 4.000 o 5.000 euros, que puede incrementarse dependiendo de las características del animal. Para este criador hay un mercado pujante que reclama carne de buey de calidad. Sin embargo, no descarta, de encontrar los apoyos precisos, conseguir auto gestionarse. «Con un producto de calidad como este el cliente se consigue, el problema es garantizar el abastecimiento de la demanda», puntualiza. Contempla la comercialización más directa de buena parte de la carne y dedicar las partes con menor salida a un proceso de elaboración de cecina.

El productor le augura un gran futuro a la IGP Vaca Galega / Boi Galego

En este sentido también augura un buen futuro para la IGP Vaca Galega / Boi Galego «con el tiempo Ternera Gallega va a tener que dejarle paso a estas carnes, ya que se están demandando carnes de gran calidad y más específicas incluso para productos que no las empleaban antes como las hamburguesas», asegura. El criador también apunta a que es preciso un ajuste de los precios de las carnes para que no resulten prohibitivas para el consumidor «y eso también puede ser positivo para el productor y el intermediario, si hace incrementar el consumo», valora.

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