«Al estar en una granja de fuera ves otras formas de trabajar y valoras lo que hacemos aquí»

Mario Nieto es un estudiante que participó en Irlanda en una estancia de formación en una ganadería de ovino y de vacuno de carne. Allí conoció cómo trabajaban y nos cuentan su experiencia

«Al estar en una granja de fuera ves otras formas de trabajar y valoras lo que hacemos aquí»

El estudiante y ganadero Mario Nieto durante su estancia formativa en una granja de Irlanda.

Mario Nieto es uno de los alumnos de primer año del ciclo de Ganadería, Asistencia y Sanidad Animal que se imparte en el Centro de Promoción Rural Efa Fonteboa de Coristanco (A Coruña). Este año participó, junto con otros compañeros, en una estancia de formación en una ganadería en Irlanda. La experiencia le permitió conocer de buena tinta el trabajo en una granja de ovino y vacuno de carne del centro del país.

A finales de febrero, Mario llegó la Mill’s Farm, una granja ubicada en las cercanías de la villa de Ballymahom y durante dos meses participó de las tareas de la ganadería, mano a mano con los propietarios. Su llegada coincidió, además, con una de las épocas de más trabajo directo con los animales en la ganadería, el tiempo de partos de las ovejas.

Su estancia coincidió con los partos de las ovejas, una de las épocas de más carga de trabajo.

La experiencia le brindó la oportunidad para conocer cómo trabajan en ganaderías de Irlanda, un país que además guarda ciertas similitudes con las condiciones gallegas. «Al estar en una granja de fuera ves otras formas de trabajar pero también te permite valorar lo que hacemos aquí y que a veces no apreciamos como debiésemos», concreta el estudiante, cuya familia tiene un cebadero de vacuno en Asturias.

Razas de animales

En su estancia en la granja, Mario se encargó de distintas labores pero, sobre todo, se implicó en la gestión de la ganadería de ovino, al tratarse de una temporada de intenso trabajo. «En los primeros días me ocupé de librar espacios y acomodar los establos para los partos», concreta el ganadero. Contaban con cubículos de madera en cama caliente que arreglaron para facilitar la gestión del rebaño en cuanto comenzasen a nacer las crías. «Yo me centraba en supervisar y atender los partos de las ovejas y asegurarme de que los corderos mamasen», recuerda Mario.

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Las ovejas y el ganado vacuno permanece estabulado durante el invierno y en marzo comienzan a salir al pasto.

En el caso de los animales que no llegaban a mamar por sí solos, los llevaba a otra zona de la granja para alimentarlos con un biberón, aunque la mayoría de los partos eran de dos corderos y no tenían mayores dificultades para criarlos y ya mamaban directamente de la oveja. «Podían tener alrededor de medio centenar de corderos que tenían que alimentar con el biberón, pero estos animales también intentaban venderlos mucho más jóvenes para reducir la carga de trabajo», explica.

La ganadería irlandesa contaba con unas 900 ovejas y un rebaño de 120 vacas de carne y bueys

En la granja contaban con unas 900 ovejas, la mayoría de raza Suffolk, aunque también tenían animales de raza Charolesa, Escocesa e Inra 401. En concreto, había varios machos de estas razas lo que ocasionaba que tuviesen abundantes animales cruzados.  A esto se le añadía un rebaño de 120 vacas de carne, de cruces de Frisona con Limosín y Hereford. También criaban bueys charoleses y de raza Salerf.

La ganadería de carácter familiar, y gestionada por el matrimonio y su hijo, asumía una carga de trabajo elevada, como pudo comprobar Mario ya en los primeros días. Compaginaban, además, la gestión de la granja con un servicio de podología que realizaban a otras ganaderías, una actividad de la que se encargaba el cabeza de familia, y que le ocupaba parte de la jornada laboral.

Ajustar la rotación de los pastos

En la granja manejaban una extensión de alrededor de 1.000 hectáreas, que le permite tanto disponer de pasto como de los forrajes que precisan para la alimentación de los animales, silo de hierba y heno para las ovejas. Este ganado pasaba buena parte del tiempo en el pasto. «Realizaban una gestión de los pastos muy acertada que le permitía que tanto las ovejas como las vacas tuviesen alimento durante casi todo el año», concreta Mario. De hecho, este fue uno de los aspectos que más sorprendió al ganadero, ya que contaban con una buena organización y planificación de las tierras y calidad de pastos aunque no se correspondía con los ensilados de hierba, que eran más deficitarios.

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Las tareas de Mario en la granja se centraron en atender las ovejas y los corderos en los partos.

A su llegada a la granja, las ovejas aún estaban estabuladas y su alimentación se centraba en el silo de hierba. Hasta principios de marzo no comenzaron a salir al pasto, donde echarán todo el verano y ya a comienzos del invierno, en el mes de noviembre, volverán a permanecer en la granja.

«El sustento de los animales es a base de pasto y silo de hierba, sólo le aportan un poco de pienso a las ovejas cuando están recién paridas, alrededor de unos 700 gramos por animal y día», concreta el ganadero.

La gestión del ganado vacuno es bastante similar, aunque las vacas permanecerán más tiempo en el establo. Este año, su salida al campo se vio retrasada hasta los últimos días de marzo, coincidiendo con el final del silo de hierba.

Comercialización de la carne

Otro de los aspectos que llamó la atención del joven durante su estancia en la granja fue el tiempo de crianza de los animales y las diferencias de criterio para valorar unas razas frente a otras. «Tanto los becerros como los corderos los venden mucho más tarde de lo que suele ser habitual en Galicia», indica el ganadero. Así, Mario recuerda que hasta casi los 5 o 6 meses no acostumbraban a vender los corderos y en el caso de los becerros llega incluso a los 3 años. En cuanto a los precios, los corderos de 6 meses se vendían alrededor de los 100 euros.

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Junto con las ovejas, la ganadería también criaba becerros.

En lo referido a la comercialización de los terneros, estos los vendían en subasta y los mejor valorados eran los de raza Charolés. Coincidiendo con la estancia en la granja de Mario, se vendieron varios terneros aunque, en este caso, se trató de un lote de becerros de entre 9 y 10 meses con precios que oscilaron entre los 500 euros de terneros de 250 kilos a otros de 315 kilos que conseguían los 800 euros.

«Allí se valora y se paga más un ternero de raza Charolés que un Angus, pese a la buena calidad y fama que tiene esta raza. Les importa más que los animales pesen más kilos que la calidad de la carne», concreta Mario. Una parte de los becerros los vendía a otros cebaderos, cuando contaban con cerca de un año, mientras los animales con más edad, con alrededor de 3 años, iban al matadero.

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