«Hay mucho futuro para la gente joven en el rural y en la apicultura»

Fernando Fernández es un apicultor de Lalín que decidió apostar por el campo y junto con las abejas cuenta también con otros proyectos ecológicos en la zona

«Hay mucho futuro para la gente joven en el rural y en la apicultura»

Fernando en uno de sus colmenares situado en los montes de Losón, en Lalín.

Hace siete años que Fernando Fernández decidió apostar por la apicultura como su alternativa de futuro. «En mi casa siempre habíamos tenido abejas, primero fueron mis abuelos, luego las atendía mi padre», recuerda. Entonces contaban con alrededor de media docena de colmenas destinas para autoconsumo, ahora son ya cerca de 400 y espera seguir creciendo en los próximos dos años. Su meta es alcanzar las 600 colmenas «para poder disponer de una producción estable que me permita atender la demanda de los clientes», asegura este vecino de Lalín que comenzó con el proyecto con menos de 30 años, en un sector en el que «no hay mucha gente joven», como apunta.

«Pocas cosas hay mejores que poder estar rodeado de naturaleza en espacios tan tranquilos como los apiarios»

Reconoce que le gusta mucho lo que hace y el contacto directo con la naturaleza que le permite el ser apicultor. «Es un trabajo estacional y muy llevadero y relajado», valora. «Creo que pocas cosas hay mejores que poder estar rodeado de naturaleza en espacios tan tranquilos como los colmenares, que además suelen estar cerca de ríos lo que los hace aún más relajantes. Aunque haya que trabajar duro, todo es mejor al poder hacerlo así», explica. Ese fue uno de los motivos que lo llevó a convertirse en apicultor. Pero no fue una decisión impulsiva. Antes de comenzar en este mundo realizó un estudio de viabilidad económica «siempre echo cálculos. Es preciso hacerlo si realmente quieres dedicarte a esto», concreta.

La experiencia de su padre, sus consejos y enseñanzas, sumado a varios cursos formativos organizados por la Asociación Gallega de Apicultura (AGA) -de la que es socio- fueron los cimientos para iniciarse en este campo. A eso añadió conocimientos adquiridos en la lectura de libros especializados. Acciones todas ellas con las que persigue la profesionalización, un requisito que para él es indispensable para hacer viable y rentable la apicultura.

Llegar a las 600 colmenas

Al largo de estos siete años fue incrementando progresivamente el número de colmenas con la cría de reinas por distintos métodos. Su objetivo es llegar a las 600 colmenas en los próximos dos años. En este camino lleva ya a sus costas una inversión de cerca de 80.000 euros. «Tienes que concebirlo cómo cualquier otra empresa, y los primeros años, en mi caso, fueron a base de los ahorros y de invertir todo lo que ganaba», reconoce.

Aunque en este tiempo no contó con ninguna ayuda económica, está a punto de dar un paso importante hacia esta profesionalización con la construcción de una envasadora, que supondrá una inversión de cerca de 120.000 euros por lo que acaba de tramitar ya una subvención para poder afrontar el desembolso.

Fernando en uno de sus colmenares en Lalín.

Fernando en uno de sus colmenares en Lalín.

Ahora cuenta con nueve colmenares repartidos por tierras de Deza. Siete de ellos en parroquias de Lalín (Moneixas, Losón, Parada y Sello) y otros dos en Agolada. En ellos dispone de un promedio de medio centenar de colmenas. Muchos están situados en fincas de difícil acceso para dedicarlas a otros fines productivos que implicaran la utilización de maquinaria pesada o en las que las abejas conviven con plantaciones de árboles.

Más que miel

En la actualidad tiene una producción anual de en torno a los 8.000 kilos de miel que vende directamente a la cooperativa Erica Miel, de Arzúa, que la comercializa bajo la Indicación Geográfica Protegida Mel de Galicia. En cuanto disponga de un volumen acomodado para satisfacer con garantías las demandas de los clientes, Fernando busca comercializar su propia marca, que tiene ya registrada bajo el nombre de Flor de Gaia. Sus abejas producen una miel donde predomina la flor de zarzas, castaño y brezo, aunque con pequeñas variaciones puesto que los colmenares se encuentran en zonas diferentes.

Junto con la miel, espera poder comercializar otros productos procedentes de la colmena con una creciente demanda

Junto con la miel pretende distribuir otros productos de la colmena. Su proyecto engloba también al polen, que al igual que jalea real, constituye un suplemento nutritivo y que en este caso supone un elevado aporte protéico.  También procura comercializar los propóleos, un antiséptico natural. Planea comercializarlos a través de la tintura de própoleo aún poco extendida en Galicia pero con una elevada demanda segundo ratifica el apicultor. Asimismo, contempla también poder distribuir apitoxina, el veneno de las obreras muy empleado también en usos farmacológico.

«En Galicia contamos con productos de mucha calidad pero estamos tan acostumbrados a ellos que no los apreciamos como debiéramos. A los productos gallegos comienzan a darle valor una vez que pasan El Bierzo», comenta Fernando. Así, aunque por lo de ahora no se encargue de su comercialización, su proyecto pasa por conseguir exportar buena parte de su producción fuera de Galicia.

El cuidado de los colmenares 

Aunque el trabajo más intenso se centre en la recogida de la miel, el mantenimiento de los colmenares requiere una atención continuada durante todo el año. Con el comienzo del año Fernando afronta la limpieza de los colmenares, las desinfecciones y la preparación de las nuevas colmenas.

Cerca de la primavera, su labor está centrada, sobre todo por lo de ahora, en los preparativos para contar con nuevas colmenas tras realizar particiones. Una labor para la que cuenta con colmenares destinados específicamente a la fecundación. Además de lograr incrementar el número de colmenas, este procedimiento también le sirve para reponer aquellas que por distintos motivos no lograron superar el invierno, en torno a un 10%, según sus cálculos.

Apiario de fecundación.

Colmenar destinado a la fecundación para crear nuevas colmenas.

Para la cata de la miel, hacia finales de verano, Fernando cuenta con colaboración ya que opta por realizar una recolección con soplado. «Es muy difícil hacerlo uno solo, se necesita más de una persona. Una extrae los panales de miel y la otra los transporta», explica el apicultor. Desde los colmenares acarrean los panales hasta el almacén donde los paletiza y encinta hasta que tiene recolectadas todas las colmenas. Una tarea en la que emplea alrededor de 10 días, dependiendo de la temporada. Luego es turno de la extracción de la miel que, en la actualidad le supone unos 20 días.

La amenaza de la vespa velutina

En los últimos años, la incidencia de la vespa velutina también supuso un contratiempo al que hacerle frente. Reconoce que, por ahora, no apreció un descenso de la producción pero «te deja las colmenas muy débiles y es muy fácil que te acaben muriendo», comenta. Solo en las cercanías de uno de los colmenares el año pasado localizaron once nidos de vespa velutina. Él emplea trampas con el atrayente comercial Avispa Clac, con el que está consiguiendo buenos resultados pero echa en falta sistemas más eficaces y ágiles para combatir esta amenaza, incluida la recogida de los nidos una vez se tienen localizados. «Resulta difícil de entender que aún haya gente que no sea consciente de lo beneficiosas que resultan las abejas y la apicultura para el medio ambiente, para la polinización», reflexiona.

 

Castaños y setas

Fernando cuenta con una plantación de castaños.

Fernando cuenta con una plantación de castaños.

Junto con las abejas, Fernando decidió apostar también por las frondosas autóctonas y hace tres años realizó una plantación de castaños para dedicar a la producción de castaña. Plantó cerca de dos hectáreas de una variedad híbrida resistente a la tinta en un marco de plantación de 12 por 12 metros. «Como en todo tienes que informarte a conciencia si realmente quieres llegar a obtener resultados», matiza Fernando. Y es que antes de realizar la plantación procuró asesoramiento en el Centro de formación y experimentación agroforestal de Lourizán.

Además, de las castañas, en esta parcela espera cultivar setas por lo que cada dos años realiza una micorrización de Boletus edulis, un proceso con el que se procura que crezcan estas setas. Aunque el proceso implica, en muchos casos un destapado parcial de las raíces, él optó por un inoculado mediante el agua. Aún es pronto para ver resultados, segundo explica, pero espera que las setas no tarden en llegar, ya que para recoger las primeras castañas tendrá que esperar más.

Proyectos en mente

Fernando reconoce que tiene un espíritu emprendedor y que le cuesta comprender como no se opta más por el campo «yo le veo muchísimo futuro a nuestro rural», destaca. Junto a estas dos iniciativas, tiene en mente otra propuesta vinculada al campo: una plantación de arándanos y grosellas. Sin embargo este proyecto está paralizado el proceso de parcelaria que se está llevando a cabo en la zona y que condiciona que pueda disponer de un espacio para realizar la plantación, que además, precisa un acondicionamiento específico.

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